El siguiente es el resumen de la conferencia del Dr. Bernardo Kliksberg en la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA, el 19 de octubre de 2004.
Bernardo Kliksberg
América Latina presenta a inicios del siglo XXI un cuadro extendido de lo que podríamos llamar “pobreza paradojal”. Las altas cifras de pobreza (44% de pobreza, 19.4% de pobreza extrema, CEPAL 2003) no se corresponden con la privilegiada dotación de recursos naturales, y ni siquiera con los niveles de producto bruto y producto bruto per capita. Se trata de la paradoja de amplios niveles de pobreza en medio de la riqueza potencial. Véase el caso de las tres principales economías de la región. Brasil ocupa el puesto número ocho en el mundo en producto interno bruto anual y el 58 en producto interno per capita. Sin embargo en expectativa de vida, y analfabetismo su lugar es el número 108, y en mortalidad infantil el 113. México es la doceava economía del mundo en Producto Interno Bruto y la 57 en producto interno per capita, pero la número 64 en expectativa de vida, la 92 en analfabetismo y la 108 en mortalidad infantil. Argentina es una de las mayores potencias alimentarias del planeta. Esta entre los cinco primeros del mundo en producción y exportaciones en una larga serie de alimentos básicos como la soya, el trigo, la carne y otros. En el 2002 exportó alimentos que podrían abastecer a 330 millones de personas. Su población es de sólo 37 millones. Sin embargo, uno de cada cinco niños del Gran Buenos Aires tienen problemas de desnutrición, y la tasa es mayor aún en algunas de las provincias pobres del norte.
Algo muy importante no cierra en estas economías, cuyo caso se repite en la mayor parte de la región. Así los índices de pobreza de los países andinos no se compaginan con datos que indican que esa región tiene más reservas de petróleo que Estados Unidos, 25% de los recursos de carbón del mundo, y 20% de los recursos hídricos mundiales.
Este cuadro de “pobreza paradojal” lleva a penurias de gran significación en la vida diaria de los latinoamericanos, y recae aun más fuertemente en los sectores más vulnerables de la población. Así el 16% de los niños sufren de desnutrición crónica. Uno de cada tres menores de dos años está en situación de “alto riesgo alimentario”. En México 40.000 niños mueren al año por desnutrición. Cerca del 80% de los 40 millones de indígenas del continente están en situación de pobreza extrema. Las tasas de escolaridad de los afroamericanos son considerablemente más bajas que los promedios. En Brasil mientras los blancos tienen 7 años de escolaridad, los afroamericanos sólo 4, y sólo un 2.2% de los negros y pardos alcanzan la Universidad. Los discapacitados que se estiman en 30 millones carecen de protección significativa. Los adultos mayores tienen serios problemas de supervivencia. El 40.6% de las personas mayores de 65 años de las áreas urbanas no tienen ingresos de ninguna índole.
Análisis recientes indican nítidamente que el conjunto de la situación está fuertemente vinculada con el hecho de que la región presenta agudas desigualdades que la convierten en la mas inequitativa del planeta. La desigualdad aparece como una razón central de la pobreza. Un informe conjunto reciente de la CEPAL, el PNUD, y el IPEA del Brasil (2003) sobre el tema señala que “una leve disminución de la desigualdad contribuiría mucho a reducir las privaciones extremas que se dan en la región”. Enfatiza en su conclusión final que “el principal obstáculo que se interpone al éxito de los esfuerzos por reducir la pobreza en América Latina y el Caribe radica en que el mejor remedio para tratar la pobreza que aflige a la región -la reducción de la desigualdad- parece ser uno que le resulta muy difícil recetar”, y agrega “al parecer son muy pocas las economías de la región que han sido capaces de lograrlo aun en pequeña medida”.
Este nivel tan alto de injusticia histórica es cada vez más resentido por la población. La encuesta LatinBarómetro indica que el 89% de los latinoamericanos califica como “injusta” o “muy injusta” la actual distribución del ingreso de la región.
El reclamo de la gente está avanzando hacia formas de conciencia cada vez más altas. Hoy en día está crecientemente focalizado en causas estructurales de la pobreza, como los resultados de las políticas aplicadas en los 90, su impacto en ampliar las polarizaciones sociales a su vez como se ha visto en los hechos obstructoras del crecimiento y razón clave en la pobreza, y las practicas corruptas. La población a través de grandes luchas está presionando en toda la región por modelos de democracia más activos, y por un Estado puesto al servicio de los grandes problemas de la población, eficiente, participativo, transparente, que rinda cuentas, y que fortalezca el desarrollo regional y municipal.
La ciudadanía está llegando a un nivel aun más elevado de percepción de la realidad, que engloba muchos de los aspectos anteriores y otros. Capta que una dimensión central de toda la situación es “el vacío de ética”. Ha habido una especie de “agujero negro” respecto a la ética. Exige cuestiones muy concretas. Entre ellas que se erradiquen totalmente la corrupción en todas sus formas, pero junto a ello que las políticas económicas sean consistentes con los valores éticos, que estén al servicio de los más vulnerables, que las asignaciones de recursos presupuestarios estén presididas por valores éticos, y que cada uno de los actores claves de la economía, asuma sus responsabilidades éticas. Así han surgido con gran fuerza en la región temas como las responsabilidades éticas de los políticos, la ética de los funcionarios públicos, la responsabilidad social de la empresa privada, la necesidad de apoyar a las organizaciones voluntarias, la ética en la justicia, y otros semejantes.
La exigencia por volver a discutir de ética en América Latina forma parte de un clamor más amplio que se está extendiendo a nivel mundial. La Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la Globalización, integrada por prominentes personalidades y encabezada por el Presidente de Finlandia Tarja Jalonen y el Presidente de Tanzania Benjamín Mkapa termina de producir su informe final. En el (2004) destaca que “la globalización ha tenido lugar en un vacío ético, donde el éxito y los fracasos del mercado tendían a convertirse en el máximo standard de conducta”.
Hoy el reclamo por más ética empieza a tener respuestas concretas en América Latina que han despertado la esperanza colectiva. La ciudadanía ha dado amplios mandatos de programas de cambio integral, en donde los valores éticos juegan un rol central, a nuevos líderes políticos, que están introduciendo una visión diferente de cómo encarar los grandes problemas colectivos y del rol que puede jugar la ética en ellos. Así ente ellos el Presidente del Brasil Ignacio Lula Da Silva ha enfatizado que un objetivo prioritario de su gobierno es enfrentar el hambre que hoy a afecta a más de 40 millones de brasileños. Lula ha repetido que quiere transformar al hambre de “una cuestión de salud pública a un problema ético”. Quiere reemplazar la visión usual del hambre desde la perspectiva nutricional, por hacer entender a la sociedad que hay un gran problema ético en juego. Por ende que su solución concierne a toda la población. Ha establecido como uno de los programas estrella de su gestión el programa “Fome Zero” cuyo lema es el de la solidaridad: “El Brasil que come ayudando al Brasil que tiene hambre”, y ha llamado a una gran alianza en torno a él. En la Argentina el Presidente Néstor Kirchner ha dado la más alta prioridad a la inversión social, destinando amplios recursos a ella a pesar de las dificultades del país. Transmitiendo su concepción de prioridades ha subrayado de que “hay que terminar con la discusión bizantina de que gastos como salud son improductivos”.
La discusión sobre la ética ha vuelto impulsada por la ciudadanía para quedarse y expandirse después de la preponderancia en las últimas décadas de un pensamiento economicista reduccionista que consideraba al tema económico un mero tema técnico. La realidad ha demostrado las limitaciones de ese enfoque. La falta de un debate ético permanente ha generado una anomia que ha facilitado la corrupción.
Por otra parte el enfoque ortodoxo ha subestimado esta fuerza poderosa de cambio, y progreso que son los valores éticos. Ilustran sus posibilidades entre otras expresiones, la evidencia de que el principal flujo de capitales que recibe hoy América Latina son las remesas de los inmigrantes pobres a países desarrollados que están movilizadas por valores familiares, y la constatación por la CEPAL de que las cifras de pobreza de la región serían todavía un 10% mayores sino fuera por la lucha denodada de las mujeres pobres jefas de hogar.
El Papa Juan Pablo II ha vuelto a llamar la atención recientemente sobre la falta de sustentabilidad de un modelo de desarrollo que no integre las dimensiones éticas. Dice el Papa: “en el mundo de hoy no basta limitarse a la ley del mercado y su globalización, hay que fomentar la solidaridad evitando los males que se derivan de un capitalismo que pone al lucro por encima de la persona, y la hace victima de tantas injusticias. Un modelo de desarrollo que no tuviera presente y no afrontara con decisión esas desigualdades no podría prosperar de ningún modo”.
En América Latina, hay hoy una sed de ética. Vastos sectores confluyen en la necesidad de superar la escisión entre ética y economía que caracterizó las últimas décadas. Una economía orientada por la ética, no aparece como un simple sueño, sino como una exigencia histórica para lograr que la paradoja de la pobreza en medio de la riqueza pueda realmente superarse y construir un desarrollo pujante sustentable, y equitativo. El precepto bíblico que ordena hacerse responsables los unos por los otros, indica que frente a tanto sufrimiento de tantos no hay lugar a más postergaciones en este desafío decisivo.
Por Bernardo Kliksberg. Autor de 40 obras de extendido uso internacional, es asesor especial de la ONU, el BID, OEA, UNESCO, UNICEF, y otros organismos internacionales. Preside la Cátedra Abierta de Cultura, Etica y Desarrollo del Teatro San Martín, y la Cátedra de Honor de Gerencia Social de la UBA y el PNUD. Su última obra es el best seller “Más ética, más desarrollo” (Editorial TEMAS, Buenos Aires 2004)