Vencer el sedentarísmo y una buena alimentación -balanceada y completa-, son la clave para lograr una vida saludable.
Año 2/Nº12:
En los últimos años vienen apareciendo cada vez más artículos en revistas y publicaciones científicas específicas, relacionados con la calidad de vida y se pone énfasis en tratar de vencer el sedentarismo considerado como el enemigo público número uno al ser responsable de muchas enfermedades crónicas como las dislipidemias, la hipertensión arterial, entre otras.
Las estadísticas revelan que en las grandes ciudades aproximadamente el 65-70% de la población es sedentaria, observando cómo la actividad deportiva decrece a partir de los 14-15 años y se hace muy manifiesta en las edades adultas.
Nuestro país muestra en sus estadísticas resultados similares por lo que se han puesto en marcha distintos programas tendientes a luchar contra la inactividad física, aconsejando caminatas de no menos de 40 minutos tres veces por semana y / ó realizando actividades que permitan gastar calorías como por ejemplo subir escaleras, lavar el auto, etc.
Pero si bien es importante aconsejar la actividad física recreativa diaria, no debemos olvidar que nuestra salud está siendo agredida permanentemente con otros factores que están relacionados con el medio ambiente, y tienen sus consecuencias en la nutrición.
Efectivamente, en estos momentos podemos afirmar que la contaminación ambiental, la radiación, el tabaquismo, la exposición a los rayos ultravioletas como consecuencia del agujero de ozono, los pesticidas que contaminan los cultivos, y el procesamiento previo como la cocción, el congelamiento que sufren los alimentos antes que lleguen a nuestra mesa, y posiblemente los alimentos transgénicos actualmente en investigación, producen como consecuencia que nuestra alimentación tenga una disminución hasta del 40% en cuanto a la cantidad de nutrientes.
Esta exposición permanente a esos factores ambientales, afecta a nuestro organismo produciendo radicales libres que son sustancias que han perdido un electrón en su última órbita y tratan de buscar ese electrón perdido atacando a las moléculas sanas de carbohidratos, proteínas ó lípidos entre otras produciendo un proceso en cadena hasta dañar incluso nuestro ADN a nivel nuclear y contribuyendo al envejecimiento celular. Si bien algunos radicales libres atacan a virus y bacterias, en general cuando aumentan en forma desmedida como consecuencia de las fuentes arriba mencionadas y producen un desequilibrio conocido como estrés oxidativo pueden desencadenar estados precarcinogenéticos como consecuencia de esta agresión de los radicales libres a la información genética.
Por eso también se ha observado que la actividad física altamente competitiva y de gran intensidad como sucede con el alto rendimiento es productora de radicales libres y se está analizando si este tipo de actividad física puede producir mayor cantidad de radicales libres no compensados con los antioxidantes que también se producen como respuesta del organismo a este tipo de esfuerzos intensos y continuos.
Nuestro organismo posee defensas contra estos agentes a través de los llamados antioxidantes endógenos como son las catalasas, glutatión peroxidasa y superóxido dismutasa que se encuentran en las mitocondrias y en el citoplasma celular.
Pero muchas veces esta primera defensa es superada por la mayor producción de radicales y debemos recurrir a los conocidos antioxidantes exógenos como la vitamina C y la vitamina E considerada ésta última como uno de los más poderosos antioxidante.
¿Dónde se encuentran y cómo los incorporamos?
El consumo de frutas y vegetales representa actualmente la mejor fuente natural con el aporte además de fitoquímicos ó fitonutrientes presente en todas ellas.
Por ello se aconseja ingerir no menos de cinco frutas y verduras de distintos colores, ya que cada color le aporta una característica especial en la prevención de enfermedades (cáncer de próstata, de pulmón, de colón, ó de mama entre muchas otras).
Estos fitoquímicos que no son vitaminas ni minerales, son sustancias químicas que precisamente se encuentran en las frutas y verduras y las protegen de los insectos, plagas, radiación, etc a través del color y sabor que identifica a cada una de ellas. Estas características resultan beneficiosas al ser consumidas por el ser humano por lo cual actualmente se han descubierto más de 25000 fitoquímicos y se encuentra en permanente investigación la acción beneficiosa sobre nuestro organismo; los estudios están demostrando que ingerir no menos de cinco frutas y verduras con distintos colores permite incorporar los distintos fitonutrientes que nos protegen y pueden prevenir distintas enfermedades.
A manera de resumen podemos decir que existe un verdadero arco iris que tiene como representante a cada fruta y verdura y nos protegen en distintas patologías
Veremos algunos ejemplos:
El color rojo del tomate aporta como fitonutrientes a los licopenos que se ha observado protegen contra el cáncer de próstata y distintas afecciones cardíacas.
El color naranja representado por las zanahorias aportan los distintos carotenos que actúan como antioxidantes y ante distintas afecciones pulmonares.
El color amarillo – verde representado por la espinaca y el maíz aportan la luteína importante en la protección de la mácula del ojo y por ende en la salud visual.
El ajo y la cebolla representando al color blanco tienen acciones beneficiosas de tipo vasculares como por ejemplo en la hipertensión y la hipercolesterolemia gracias a la presencia de saponinas.
De esta manera podríamos enumerar una lista numerosa indicando los efectos de estos fitoquímicos hallados en las frutas y verduras.
Como conclusión de lo arriba mencionado podemos decir finalmente que actúan como antioxidantes, protegen al ADN contra las mutaciones, fortalecen el sistema inmunitario, y representan un elemento importante a favor de la salud, junto a vitaminas antioxidantes como la vitamina C, y E además de minerales como el selenio, el zinc, cobre, etc y ácidos grasos esenciales como el omega 3, el omega 6 ó el omega 9 consumidos en forma equilibrada.
Hablar de vida saludable entonces implica poder realizar actividad física recreativa en forma continua y complementar con una dieta que incluya no menos de cinco frutas y verduras diarias. Sólo así incorporaremos los fitoquímicos que nuestro organismo necesita.
La alimentación occidental sin embargo carece de este tipo de ingesta ya que los promedios diarios de consumo frutas oscilan entre 2.7 y 3.8 es decir que resulta difícil poder cumplir con estos requerimientos.
Por ese motivo justificamos la administración de suplementos dietarios siempre que sean naturales y orgánicos para lograr complementar el déficit de nuestra dieta. La vida moderna nos lleva muchas veces a no almorzar todos los días, ó no desayunar como sucede en un 40% en los jóvenes adolescentes, como también en los déficit hallados especialmente en mujeres que se someten a dietas hipocalóricas para bajar de peso sin ningún control médico especializado, y los ancianos que tienen un metabolismo más lento y muchas veces de dificultosa digestión y absorción de los nutrientes. En definitiva en todos los grupos etarios encontramos alteraciones y déficit significativos en la alimentación.
Si deseamos entonces lograr una vida saludable la conseguiremos solo a través de una buena alimentación balanceada y completa acompañada de la actividad física recreativa diaria.