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viernes, 3 de marzo de 2006

Jornada de homenaje a detenidos desaparecidos durante la dictadura militar

Jornada de homenaje a detenidos desaparecidos durante la dictadura militar

La Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA participó de esta jornada que tuvo lugar el 2 de marzo en el aula magna de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. El secretario general de la institución, Norberto Rodríguez, fue uno de los panelistas del tema: "Los niños apropiados y el derecho a la indentidad". Lo hizo junto con la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto y Rodolfo Mattarollo de la Secretaría de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. Se incluye el texto de su intervención.


JORNADA DE HOMENAJE A LOS DETENIDOS DESAPARECIDOS DURANTE LA DICTADURA MILITAR


-2 de marzo de 2006-

Norberto Rodríguez

Secretario General de la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA



La Asociación Cristiana de Jóvenes se siente privilegiada por la invitación a participar de esta Jornada y exponer su humilde reflexión sobre un tema de tanta sensibilidad. Lo hacemos desde nuestra misión e identidad: promover los valores esenciales de la vida: amor, justicia, paz y solidaridad. También como integrantes del Comité Argentino de Seguimiento de la Convención Internacional de los Derechos del Niño.

Estando las Abuelas en este panel, y en especial la querida Estela, es muy poco lo que cualquiera de nosotros podría decir que ya no haya sido dicho y corroborado en los hechos concretos. Las Abuelas, con una mesura y equilibrio deslumbrantes, han resultado vitales en la lucha contra la impunidad o al menos han contribuido centralmente a que la impunidad fuera menos grosera. Nos sentimos como institución muy unidos afectiva y moralmente a las Abuelas desde hace muchísimos años. Su testimonio siempre ha sido un aprendizaje para nosotros, y lo sigue siendo.

La historia está reconociendo, pero lo hará con mucha mayor nitidez con el transcurrir del tiempo y cuando la memoria active los mecanismos que mucha veces la inmediatez de los acontecimientos opaca, el ejemplo de las Abuelas. Amor, entrega, constancia y valentía son apenas algunos de los atributos que merecen un sentido reconocimiento. Contrastan con los disvalores de mucha dirigencia, de procedencia y ámbitos diversos, que en los momentos trágicos para el país hicieron oídos sordos y se escondieron en el silencio encubridor.

Las Abuelas, las que confiamos tengan no demasiado lejos en el horizonte el reconocimiento internacional que su lucha por los Derechos Humanos merece con creces, han dado un ejemplo de dignidad y entereza sobrecogedor. Han construido la esperanza desde el dolor y la desesperanza y lo han hecho sin clamar nunca venganza sino justicia. Transformaron su miedo en creatividad y capacidad de lucha. Una vez más las mujeres demostrando su coraje al ponerse al frente de las reivindicaciones más riesgosas y lacerantes.

El rescate de casi un centenar de niños y jóvenes adultos secuestrados, proceso que sigue sin pausa, es un logro extraordinario y producto de un esfuerzo casi inimaginable. Pero, además, debemos contar con sus aportes e influencia decisiva para la creación del Banco de Datos Genéticos, las iniciativas vinculadas a la gestación de cultura por la identidad y la generación de una doctrina jurídica sobre la restitución de niños. Igualmente, destacamos la contribución de las Abuelas que permitió incorporar en la Convención Internacional de los Derechos del Niño el derecho a la identidad.

No sería posible en esta jornada dejar de reiterar el impresionante aporte del movimiento por los derechos humanos en la lucha en favor de la justicia, así como su frontal oposición a la consumación de la impunidad. Este mismo movimiento ha contribuido a la reconstrucción de la democracia en el país, democracia que tiene que por delante el desafío de mejorar sustantivamente su calidad institucional. Lograrlo requiere del concurso sin desmayos de toda la ciudadanía. No es un tema ajeno a nadie.

Desde nuestra óptica la familia es protagonista singular de la vida social. Su subjetividad es indiscutida, más allá de las formas que la familia pueda adquirir. Ahora bien, reconociendo esa importancia podemos imaginar la gravedad de la apropiación de niños, a quienes en la mayoría de los casos ya se les había arrebatado desde su nacimiento a su o sus progenitores.

Negándole la identidad se ha afectado brutalmente la propia dignidad de los niños, adolescentes y jóvenes que han sufrido la humillación de la apropiación. Por otra parte, sin el conocimiento y reconocimiento de la verdadera identidad se anula la memoria y se consagra uno de los resultados nefastos de la impunidad.

En la sociedad están en juego la dignidad y los derechos de las personas y la paz en las relaciones entre ellas y entre las comunidades. Desde la óptica cristiana la apropiación de niños y la negación de su identidad constituyen pecado. Es el pecado de injusticia y violencia, en modo particular con los más débiles e indefensos. Por lo tanto ese pecado debe ser denunciado y juzgado para preservar los derechos de los ignorados y violados. En tal sentido, la sociedad en su conjunto no puede bajar los brazos ni desentenderse del asunto por cuanto más allá de la importancia de mantener viva la memoria de lo sucedido, es imprescindible cerrar cualquier compuerta que lleve a hechos futuros que igualmente afecten la dignidad humana y debamos lamentar no haber hecho lo suficiente cuando debíamos hacerlo. Respetuosamente me permito citar un párrafo de la reciente carta emitida por Adolfo Pérez Esquivel: “30 años de lucha, Memoria, Verdad y Justicia, nos enfrentan con la realidad de hoy. A pesar de todas las dificultades los pueblos están de pié, nuevos aires y horizontes se vislumbran en la vida de los pueblos, son como los ríos subterráneos que emergen a la superficie y cambian los cursos de la geografía y la historia. La resistencia y el pensamiento propio se manifiestan en todo el continente, desde las organizaciones sociales, hasta gobiernos que comienzan a generar conciencia y valores propios e intentan romper las cadenas de dominación”.

Concluimos estas breves reflexiones rindiendo un sincero homenaje, y confío no ofender su humildad, a Estela Carlotto. Es imposible dejar de señalar, una y otra vez, cómo su lucidez, valentía y fe en los valores de la dignidad humana han movilizado y orientado este tremendo proceso, por lo desgastante y sinuoso, de recuperar la moral de un país devastado y en el que la vida humana significaba nada. Este proceso debe seguir avanzando y nuevas generaciones están llamadas a darle continuidad. El ejemplo de Estela Carlotto ilumina ese porvenir. Muchas gracias.
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