El voleibol, una excusa para la amistad
Corría el año 1953 y su hermana estaba realizando un programa de gimnasia post-parto. En ese entonces tuvo oportunidad de conocer a la profesora particular que la atendía, la misma que casualmente se desempeñaba en la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA. Pregunta va, respuesta viene, se sintió de pronto interesada en conocer a ésa institución que no hacía mucho había comenzado a permitir el ingreso de mujeres, a pedido de los propios familiares varones que ya eran asociados. Ingresó con el número 194 y sus primeras actividades fueron las clases de gimnasia y el voleibol que se practicaba a continuación en forma libre y optativa. El grupo era muy heterogéneo y a nadie se le pasaba por la mente llegar a formar un equipo para competir.
Como sus cualidades de deportista eran notorias, rápidamente fue transformándose en referente y poco a poco su entusiasmo contagió al resto y a la propia institución. Tal fue así que se oficializó un horario y se contó con una profesora que comenzó a entrenar física y técnicamente a las interesadas. De esta manera se conformó el primer equipo femenino representativo de la YMCA, que con el paso del tiempo alcanzó a jugar en primera división de la liga metropolitana de voleibol.
Como tantos otros ejemplos en la institución, la mayor riqueza de la actividad radicaba en el haber podido generar un ambiente unido y solidario, donde los torneos e intercambios eran la excusa para compartir gratos y apasionados momentos con familiares, amigos, asociados y no asociados.
Uno de los esparcimientos preferidos del grupo era concurrir a las clases de folclore. Elsa recuerda haber participado en una donde se realizó el concurso para elegir el nombre de la peña de la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA, que luego sería una de las mas famosas de la capital: “YMCA Amancay”, cuya madrina fue la esposa del reconocido autor e intérprete Don Atahualpa Yupanqui. El matrimonio estuvo presente en la noche de estreno de la peña.
“Coca”, sobrenombre con el cual se la conoce a Elsa, era una guía para todo el grupo femenino. Como en aquellos primeros tiempos las mujeres tenían un programa separado de los hombres, en varias oportunidades le tocó ser la representante de las “chicas” en las reuniones institucionales: así llegó a ser promotora en la modernización del oscuro uniforme femenino que se usaba en las clases de gimnasia y pileta, en alegrar la decoración del vestuario femenino y en ir ganando adeptos para la realización de actividades mixtas.
Sus palabras señalan que la YMCA es el complemento natural de su casa, es un segundo hogar, lugar donde se siente contenida, bien recibida y tratada con amor y respeto. Hoy, dichos sentimientos perduran y se acrecientan luego de 54 años ininterrumpidos de asociada.
Está orgullosa de pertenecer a una de las instituciones mas reconocidas del mundo, en la cual se puede confiar sabiendo que no la va a defraudar. Por tal convicción nunca se le ocurrió ni se le ocurrirá alejarse de la YMCA.