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martes, 20 de octubre de 2009

Correr en el maratón y en la vida

Las pruebas atléticas y los maratones ya son rutina de muchos. Sería ideal que los valores de la salud y el deporte se difundieran en las escuelas, sobre todo en las más pobres, para lograr un desarrollo integral de todos y desde chicos.

(Artículo del Secretario General de la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA publicado el lunes 19 de octubre de 2009 en la sección Tribuna del Diario Clarín.)

La actividad física es por naturaleza positiva; sin embargo, sus beneficios no son automáticos ni mágicos. Demanda varios requerimientos esenciales, los que frecuentemente no son tomados en consideración con la rigurosidad necesaria: estricto control médico, dieta ajustada al esfuerzo y al tipo de ejercicio a realizar, hidratación adecuada y descanso acorde.Las pruebas atléticas, los maratones y los medios maratones se han hecho moneda corriente en la Argentina. Intentemos la mirada desde una óptica menos transitada, con el propósito de contribuir a arrojar claridad sobre esta actividad física intensa que se vincula directamente con la salud.Padecemos la ausencia de valores trascendentes y han aparecido negocios que se encubren en supuestos beneficios para las personas. Por ejemplo, el de la infancia, que somete a los niños y a las familias a un bombardeo consumista permanente. Los tradicionales y olvidados juguetes de la sencillez y la creatividad -que daban rienda suelta a la fantasía- han sido reemplazados por "imprescindibles" elementos electrónicos, avasallando la invitación al disfrute compartido.En muchos campos la Argentina se ha convertido en un ejemplo de lo que habría que evitar ser y hacer. La perimida y pueril picardía criolla nos ha encaminado a aceptar la farsa y el autoengaño como hilo conductor que expone con fatal contundencia los fracasos recurrentes a los que asistimos con estupor. Nos desafía un reto: la construcción de un nosotros, estadio superador del individualismo crónico que nos obtura el anhelado encuentro como nación.La actividad física y el deporte son bienes sociales. Tienen que estimularse desde la infancia. Se trata de experiencias que deben contribuir a la creación de comunidad. Es decir, son gregarias. La sana competencia en el deporte es un medio que ayuda a la socialización, la cooperación y el respeto mutuo, en oposición a la racionalidad que la asimila al mero enfrentamiento de fuerza y habilidad.La aparición de marcas deportivas apoyando las pruebas atléticas tendría, desde una visión no exenta de ingenuidad, un efecto positivo porque rescata los atributos de la actividad física. También su contracara: el marketing destinado a promover los productos, que en realidad sería su única motivación real y sin bucear en los riesgos inherentes a la salud de no adoptarse las previsiones antes señaladas.Lo mismo sucede con las empresas de distintos rubros que buscan visibilidad sin importar demasiado el medio. Puede ser una prueba atlética, una competencia automovilística, un partido de polo o un festival de rock. No hay que obviar el análisis severo acerca de la invasión de la publicidad y las distorsiones que genera.Por otra parte, es ciclópeo el esfuerzo para encarrilar la dañada educación en el país. Se requiere la grandeza generalmente opacada en nuestra dirigencia. Debería privilegiarse una educación rica para los pobres o empobrecidos. Al hablar de riqueza lo decimos contemplando todos los aspectos: contenidos curriculares, instalaciones, equipamiento, tecnología, incorporación de idiomas y estímulos a distintas expresiones del arte. Igualmente, docentes reconocidos por su nivel y a quienes se les exijan resultados medibles y se los retribuya de manera digna. La educación es el camino a la libertad y a la autonomía como personas.Ante este panorama, cabría preguntarnos: ¿por qué el mismo énfasis que se pone en las pruebas atléticas no se lo reserva, con un enfoque estratégico, para fomentar la actividad física y el deporte en las escuelas, en especial las localizadas en zonas de mayor vulnerabilidad? Claro, habría menor exposición mediática que la puesta en escena en Palermo o Puerto Madero. Sin embargo, tendría un efecto educativo y de hábitos culturales fenomenales.El deporte, en la escuela secundaria, encarado con la seriedad hoy ausente, podría ser un factor de retención. Las estadísticas indican que en América latina, sólo tres de cada diez jóvenes pobres concluyen la escuela secundaria. Clara muestra del fracaso de la ingeniería social y la ética.Vivimos en una sociedad centrada en el presente y con escasa voluntad de trascender hacia el futuro. ¿Será para refugiarnos de la amenaza de ese futuro que sólo nos promete la impredecibilidad? Es tiempo de reaccionar.
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