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jueves, 30 de octubre de 2003

Amigarnos como argentinos. Todo un desafío

Amigarnos como argentinos. Todo un desafío

Los argentinos y las argentinas tenemos por delante un enorme reto: amigarnos. Es un punto de partida para lograr la construcción de una sociedad madura y genuinamente solidaria. Es cierto que la historia de los desencuentros reconocería su origen en los reiterados abusos, las dictaduras, las mentiras de los gobernantes -y de buena parte de la así llamada clase dirigente- y los atropellos de toda naturaleza que se han soportado. El verdadero y persistente ejercicio de la democracia es un valor indispensable y un requisito para avanzar en el desafiante y nada sencillo proceso de alcanzar la amistad social...



...Amigarnos no quiere significar de modo alguno aspirar al pensamiento uniforme. Por el contrario, el amigarnos implica desarrollar una verdadera actitud crítica que permita debatir, reflexionar y corregir lo que corresponda y sin arrogarse nadie la potestad de la verdad absoluta. Es decir, darle a la crítica el sentido positivo que intrínsicamente tiene y asumir con humildad que a todos y a todas nos asiste a lo sumo el derecho a nuestra verdad relativa. Igualmente, debemos trabajar mucho sobre la autocrítica, abandonando la costumbre arraigada de que el problema y las culpas siempre son del otro y nosotros “argentinos”, es decir individual o corporativamente inmaculados e impolutos.

La Argentina se enfrenta a oportunidades y riesgos ciclópeos y decisivos para su presente y futuro. El amigarnos como sociedad, el sentirnos parte de un equipo fuerte y homogéneo es condición ineludible para afrontar la realidad actual y el horizonte que se avecina. El proyecto de Nación que todos y todas anhelamos construir requiere esforzarnos en ejercitar la tolerancia, así como el respeto por las diferencias y el pluralismo de ideas. Igualmente, se necesita abandonar la práctica habitual de “pelearnos” por las formas y los personalismos, y comenzar a debatir procesos y estrategias que transciendan las visiones teñidas de miopía y cortoplacismo que caracterizan a muchos de nuestros debates. Conlleva, también, vivir la ética cotidianamente a los efectos de acercarnos lo más posible a la verdad y la justicia.

En suma, una país AMIGADO requiere de una sociedad amigada y amigable. Podremos hacerlo? La respuesta la tenemos cada uno y cada una de nosotros. A lo mejor, y adicionalmente, debiéramos reflexionar acerca de si nos queda otro camino alternativo. Todas las señales indicarían que no.
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