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miércoles, 26 de noviembre de 2003

Memorias del Futuro: hacia donde nos encaminamos en el segundo centenario.

Presentamos el tercer artículo de la serie "La Argentina del Bicentenario". En esta ocación escribe el Lic. Pablo Imen

El ingreso al nuevo milenio bajo los designios del mandato neoliberal nos mantuvo presuntamente sumergidos en una suerte de presente perpetuo, encadenados al reino de las necesidades insatisfechas e imposibilitados, desde aquí, para escapar de la lógica de la urgencia.

Pensar el 2010 como segundo centenario de una patria mutilada, un pueblo humillado, un presente de indignidad, nos obliga a reflexionar el escenario, las luchas, los desafíos, las construcciones en marcha y las asignaturas pendientes.

Comprender como dominan los opresores y como resisten los oprimidos...


Pablo Imen

Abrir la cabeza y el corazón para construir la respuesta de modo colectivo y en el pensar, hacer y decir que rescaten lo mejor de lo viejo y reinventen lo nuevo para armar otros futuros, dignos de ser vividos.

El diecinueve y veinte de diciembre de 2001, tal vez la verdadera puerta de entrada al tercer milenio en nuestro país, rompió el hechizo de la aparente indiferencia. Semejante estallido, sin embargo, no puede caracterizarse - sin equivocarse o mentir- como un rayo en un día de sol . Es parte de un proceso (las más de las veces silencioso y escasamente promocionado en la prensa) de resistencias y desvelos que siguen su curso: desde la Conquista para aquí las voces silenciadas por el genocidio, el ninguneo o la indiferencia reaparecen aquí y allí cuando menos lo imaginamos.

Finalmente, en esta búsqueda por caminar un paso más en dirección al horizonte utópico, la reflexión sobre el mundo que tenemos y el mundo que queremos constituye un ejercicio para evitar que otros piensen por nosotros. Instalar momentos de reflexión individual y colectiva sobre nuestra memoria, nuestras asignaturas pendientes, nuestras posibilidades de cara a un tiempo por venir permite avanzar un paso para convertirnos en Sujetos activos y no meros objetos de la Historia. De algunas de estas cosas hablaremos en las líneas que siguen.

El proyecto neoliberal, en crisis pero aún dominante, está sentado en el banquillo de los acusados en todo el mundo. Cada día se multiplican las denuncias de un orden que profundizó la injusticia y la desigualdad como nunca antes. América Latina constituye una avanzada en este cuestionamiento. Pero para cuestionar este proyecto que es cultural, político, económico y social es preciso conocerlo. Y esperamos desde aquí contribuir a su esclarecimiento, a la denuncia de los crímenes que se cometen en su nombre, y al anuncio de otro mundo posible.

El desorden neoliberal como emergencia histórica particular del orden capitalista

No estamos en cualquier mundo. En rigor, el mundo no "es", sino que "va siendo". Lo desafiante de cada orden social es su carácter históricamente transitorio y la posibilidad de un cambio en las relaciones, estructuras y dinámicas sociales que hoy son y mañana pueden dejar de serlo.

Vacunados a esta altura contra todo optimismo ingenuo sobre el progreso inexorable de la especie humana, estamos alertados de que el tránsito a otro orden tanto puede avanzar hacia un estado superior de libertad, justicia e igualdad como hacia la invención de nuevas experiencias de barbarie. De nuestros actos y nuestras omisiones depende, al menos en parte, el decurso de los acontecimientos, próximos y no tan próximos.

Empecemos, pues, por el principio. El orden burgués - pues este es nuestro punto de partida- construido trabajosamente desde hace más de doscientos años como parte de una larga marcha histórica, da cuenta de aquellos rasgos que continúan vigentes y que marcan tendencias inherentes a este bloque histórico.

El neoliberalismo como proyecto no puede comprenderse sino como emergente del orden capitalista. Ver sus continuidades y rupturas en el actual momento constituye una tarea del pensamiento crítico, emancipatorio y democrático al que suscribimos. En términos de sus continuidades, retomar a Marx y su caracterización del bloque histórico capitalista nos parece un adecuado punto de partida: desde sus orígenes y su instalación como orden mundial triunfante, la burguesía y la dinámica capitalista no dejaron de subordinar las relaciones sociales a la búsqueda del "frío interés, el cruel 'pago al contado'. Ha ahogado el sagrado éxtasis del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo del pequeño burgués en las aguas heladas del cálculo egoísta. Ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio. Ha sustituido las numerosas libertades escrituradas y adquiridas por la única y desalmada libertad de comercio."

La revolución permanente en los medios de producción imprimió a la dinámica social un carácter permanente, disolviendo a su paso relaciones preexistentes, instituciones, identidades: "Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas, las nuevas se hacen añejas antes de llegar a osificarse. Todo lo estamental y estancado de esfuma; todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas."

Hoy, como nunca, dichas identidades aparecen cuestionadas, estallan las viejas certezas y las preguntas angustiantes sobre un futuro imprevisible acosan nuestras conciencias. Los cambios en la base material contribuyeron a la producción de fuertes desestructuraciones. Indujo la pérdida del peso específico de las economías nacionales subordinadas y dependientes, y como contrapartida fortaleció el lugar de las economías centrales. La producción adquiere un carácter monopolista, socavando las bases nacionales de la economía y también de la cultura. Este proceso no comienza hoy: "Merced al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al constante progreso de los medios de comunicación, la burguesía arrastra a la corriente de la civilización a todas las naciones, hasta las más bárbaras. los bajos precios de sus mercancías constituyen la artillería pesada que derrumba todas las murallas de China y hace capitular a los bárbaros más fanáticamente hostiles a los extranjeros. Obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a adoptar el modo burgués de producción, las constriñe a introducir la llamada civilización, es decir, a hacerse burgueses. En una palabra: se forja un mundo a su imagen y semejanza."

Las previsiones de Marx fueron interrumpidas, desmintiendo sus pronósticos más sombríos, desde mediados de los cuarenta por la recomposición del capitalismo según los parámetros del Bienestar Keyensiano.

En el marco de una crisis orgánica extendida desde las primeras décadas del siglo veinte y bajo la amenaza de la revolución soviética - más acá y más allá de cuantas de sus promesas socialistas se convirtieron en realidades- el capitalismo demostró una formidable capacidad de adaptación y dio lugar el proceso más intenso de crecimiento y distribución de la riqueza conocido en su corta historia. En los términos de Keynes, el Estado aparecía como el último límite para salvar al capitalismo de los capitalistas. Y desde allí la reformulación de las relaciones entre Estado, Economía, Cultura y Sociedad daba lugar a una nueva configuración histórica capitalista que asumió la retórica de un capitalismo humano. Se ampliaron, efectivamente, los márgenes de distribución del ingreso y mejoraron en muchos países los indicadores sociales.

Se institucionalizó la idea de "derechos sociales" y "de ciudadanía", doctrinas por las cuales determinadas esferas de la vida social debían ser sustraídas a la lógica del mercado y provistas a todos los miembros de la sociedad en su carácter de ciudadanos. Estas concepciones tuvieron expresiones en el derecho y la legislación, lo cual implicó un avance de la humanidad en términos de reconocimientos formales a todos los seres humanos.

Lejos estuvieron de universalizarse, sin embargo, aquellos derechos consagrados. En ningún caso se efectivizaron estas promesas aunque en algunas sociedades se evitaron las formas más crudas de reproducción de la desigualdad y el privilegio típicas del orden capitalista.

En un mismo orden, las relaciones sociales de explotación y la organización de unos procesos de reproducción ampliada de la desigualdad - que se desenvuelven en el ámbito de "lo privado"- nos recordaron a cada paso los límites inherentes al capitalismo de bienestar , justamente orientado al incremento sistemático de la tasa de ganancia y a la imposición de un modelo de ser humano y de sociedad que es por definición clasista.

Más allá de los múltiples balances críticos que dieron cuenta de sus alcances y sus límites, en la década del setenta y del ochenta en el plano mundial se evidenció el agotamiento del capitalismo de bienestar y su reemplazo por el programa de la Nueva Derecha, con sus novedades aterradoras para la mayoría de los pueblos del mundo.

Raíces Neoliberales y los augurios de su Doctrina

"No esperamos nuestro sustento de la generosidad del carnicero, del cervecero o del panadero; lo esperamos del cuidado que ellos tienen en su propio interés. No nos dirigimos a su sentimiento humanitario, sino a su egoísmo, y jamás les hablamos de nuestras necesidades, sino de las ventajas que ellos lograrán." A. Smith

El neoliberalismo implica, por tanto también novedades, especialmente si se lo compara con el período anterior. Surgidas sus propuestas doctrinarias en las entrañas de la crisis orgánica del capital en entreguerras, Von Mises, K. Popper, F. Hayek y M. Friedman constituyen sus principales teóricos.

Los gobiernos en los setenta y ochenta aplicaron políticas basadas en estas concepciones y sus consecuencias aparecen hoy con claridad meridiana. Es necesario aportar, nos parece, una rápida mirada tanto sobre estas construcciones ideológicas y teóricas como sobre las políticas que en su nombre se llevaron adelante .

Los supuestos más fuertes de estas concepciones se articulan en una novedosa síntesis ideológica donde se imbrica originalmente la herencia del pensamiento económico neoclásico en economía y la del pensamiento conservador en política. Los primeros proponen la supremacía del Mercado; la idea de que todo lo público es, necesariamente, malo e ineficiente y de que, contrariamente, todo lo privado es enteramente positivo. La idea difundida de que este era el único posible puso el sello de este pensamiento en boca de sus críticos: la dictadura del pensamiento único. Desde este punto de partida se sostiene que las relaciones mercantiles requieren procesos de expansión continua para mejorar la vida humana: la utopía reaccionaria del mercado total orienta los dichos y los hechos de sus defensores más comprometidos.

Los segundos, denominados también neoconservadores, exigen un retorno a los valores de la tradición, la exigencia de mayores dosis de disciplina y el reestablecimiento de la moral cristiana (en su versión, cabe señalar, más fundamentalista y retrógrada).

Detrás de estos planteos, subyace un ideal de ser humano entendido como individuo necesariamente egoísta y racional, que , persiguiendo sus propios fines y compitiendo con los otros, termina asegurando el bienestar colectivo. El individuo es un maximizador de beneficios propios, y el egoísmo el sustrato "natural" de todas sus conductas.

La sociedad es, por tanto, un agregado de individuos que transa paretianamente por el logro de sus objetivos: en una relación competitiva y transaccional, en la que la desigualdad no sólo es inevitable sino deseable en tanto logra instalar la lógica del esfuerzo propio, que redunda además en la elevación de la calidad de los procesos y productos.

La economía constituye la principal preocupación, y los intelectuales que responden a estas concepciones de mercado. Para ellos, las relaciones de mercado constituyen la forma más eficaz de asignación de recursos y una forma universal, natural, ahistórica de relación entre los seres humanos.

Sostienen la Teoría de los mercados de competencia perfecta, que tiene cuatro supuestos básicos: que haya múltiples oferentes y demandantes; que nadie pueda fijar el precio ; que las calidades de los productos sean homogéneas ; y que haya un sistema adecuado de información para que el consumidor elija.

El Estado aparecería aquí como un regulador del mercado: se desplazan ciertas funciones históricas, y se reformulan las relaciones entre Sociedad, Educación y Economía. Un Estado que tiene las suficientes cárceles, policías y gendarmes para asegurar de modo disuasivo las dinámicas de mercado; que tiene una justicia adecuada y unos poderes legislativo y ejecutivo que haga funcionar el engranaje con el timón puesto hacia los mercados de competencia perfecta. En los hechos, la práctica desmiente que el Estado gaste menos con la instalación del modelo neoliberal. Sí cambia el sentido del gasto. Un cambio sustantivo es que el "Estado social" que privilegiaba la distribución de la riqueza a través de políticas de bienestar se convierte en "Estado penal" que criminaliza el conflicto social y redistribuye "hacia arriba" fomentando la expansión en la brecha de la riqueza y, concomitantemente, de la pobreza.

Toda (o, para ser más exacto, casi toda) intervención estatal y monopólica (sindicatos) distorsiona el funcionamiento del mercado, que debe funcionar con la máxima libertad posible.

Estas formulaciones ideológicas han sido el fundamento de políticas públicas, particularmente a partir de la crisis de los capitalismos regidos por la lógica keynesiana y del bienestar.

Para América Latina especialmente, se diseñaron "propuestas" (las más de las veces "impuestas" a sangre y fuego) que se sistematizaron luego como políticas públicas concretas.

Consenso de Washington y Organismos Financieros Internacionales: las políticas públicas orientadas a la imposición de la lógica de mercado

Los supuestos arriba explicitados orientaron las políticas públicas a partir del denominado Consenso de Washington, documento liminar de la nueva derecha norteamericana, con medidas especialmente "sugeridas" para las economías subordinadas. Entre sus recomendaciones se destacan las privatizaciones de empresas públicas, la profundización de la apertura económica para avanzar en la liberalización y la competencia de las economías; el equilibrio fiscal y la precarización de las relaciones laborales en nombre de la necesaria flexiblidad laboral.

El discurso afirma con convicciones envidiables que la aplicación férrea de tales medidas contribuirá a superar los desequilibrios en la balanza comercial, y que permitirían el control de la inflación. Todo ello, enfatizan, también tendrá efectos benéficos al reducir la desigualdad social. El crecimiento económico será la clave del éxito, y todo lo demás vendría por añadidura.

Los resultados obtenidos a partir de la aplicación de estas recomendaciones contrastan fuertemente con los pronósticos: se incrementan los desequilibrios, se desboca la inflación (ocurrió en América Latina en los ochenta, y hoy hay formas más atenuadas pero aún en Argentina hay una inflación acumulada durante el Plan de Convertibilidad de más del 60% sin aumentos salariales) y la brecha de la desigualdad se amplía como nunca antes.

Cuando, por ejemplo, se les pregunta a los ideólogos neoliberales de qué modo explican esta diferencia entre sus promesas y nuestras realidades, aclaran que esto ocurre por las distorsiones de la lógica política generan en la dinámica de mercado: en la medida en que las intromisiones estatales, las demandas redistributivas por vías no mercantiles, e incluso la corrupción de los gobiernos obstaculizan el libre funcionamiento del mercado, se producen estos efectos no deseados.

La democracia política, en suma, aparece señalada de modo explícito en algunos casos , oculto en la mayoría, como la responsable de las debacles que se dibujan en las estadísticas del horror: muertes, desnutrición, miseria, ausencia de futuro, de proyecto, humillaciones, exclusión como contracara del privilegio y la impunidad. Mueren cada día en el mundo 35.000 niños menores de un año por causas atribuibles a la miseria. En Argentina el gobierno reconoce 55, pero la CTA denuncia hasta 100 cada día. Podemos seguir con otros indicadores, pero creemos que con estos queda de manifiesto la lotería biológica en que se ha convertido la dinámica social librada a la "competencia" y el "mérito" de cada quien. ¿Qué hacer desde este cuadro? ¿Cómo pensar un camino distinto?

El desafío de la resistencia

Nuestra historia como nación, como continente y como ciudadanos del mundo es rica en ensayos por avanzar en procesos liberadores, promotores de la emancipación y la igualdad, superadores de aquellas relaciones que convierten a buena parte de la humanidad en servidores de una pequeña minoría de privilegiados.

Esta coyuntura ofrece nuevas experiencias que permiten superar las limitaciones histórica de los múltiples sujetos que se expresaron y se jugaron por un mundo más justo.

La "globalización", mal que le pese a sus apologistas, superó la barrera de la libre circulación de capitales y mercancías para producir -aún en estado germinal- la globalización de la solidaridad.

Lo nuevo, de manifiesto en el Foro Social Mundial, es la articulación de múltiples demandas por la efectivización de la suma de derechos humanos violados sistemáticamente en nombre de la rentabilidad del capital y bajo la amenaza de fuga de capitales o de arribos militares.

Mientras el imperio asume el carácter de gendarme global del capital, y asegura por la fuerza la continuidad de unas relaciones sociales que ponen en peligro la misma supervivencia del planeta, el encuentro de viejos y nuevos movimientos sociales y políticos auguran una práctica esperanzada y combativa.

Será oportuno concebir nuestras prácticas como laboratorios y entender las apuestas como los riesgos. Tanto la opresión como la resistencia merecen diversas consideraciones, que aquí vamos apenas a enunciar. Primero, la dominación se desenvuelve de diversos modos y mecanismos. A veces se la ejerce de forma brutal, otra a través de mecanismos sutiles de sometimiento o subordinación. Es papel de los sujetos que resisten y construyen tener un análisis cierto de los nuevos modos que permiten el ejercicio de la opresión y el mantenimiento de este orden profundamente injusto. Continuidades y rupturas marcan tanto la inteligencia de los dominadores frente a la inteligencia de los dominados. Segundo, allí donde hay opresión, hay resistencia. Pero - esta reflexión nos parece muy relevante y pertinente- no toda resistencia, cabe abonar, es funcional a los intereses de los resistentes. Abundan ejemplos históricos en que reacciones guiadas por una legítima indignación han sido funcionales a los intereses dominantes. En función de la marcha de los nuevos (y viejos) mecanismos de dominación y de las nuevas (y viejas) formas de resistencia, elucidando sus sentidos, anunciando otras posibilidades, es que la educación popular, el conocimiento crítico y las prácticas transformadoras deben atender a lograr un punto de convergencia.

En nuestro país

19 y 20 de diciembre pueden pensarse, en todo caso, como el cierre histórico del ciclo del terror inaugurado por la dictadura. Frente a una realidad brutal, el presidente - hijo también de las circunstancias de la crisis y la protesta - admitió que Argentina está diez kilómetros bajo tierra, entre otras expresiones igualmente ilustrativas.

Van madurando, sin embargo, nuevas experiencias, nuevas prácticas, viejos sueños que se nombran de nuevos modos. Los movimientos de desocupados, las asambleas barriales, los foros en defensa de los derechos ciudadanos, la reflexión profunda de los viejos movimientos sociales y de los partidos políticos que sostienen o intentan representar el interés de las mayorías populares, las empresas recuperadas, las nuevas cooperativas, los nuevos movimientos juveniles, los debates en las bases de las iglesias, las nuevas expresiones territoriales, los esfuerzos de intelectuales y artistas, algunos espacios de representación político estatal e institucional minoritarios, los puentes que lentamente se van tendiendo en el agredido tejido social son indicadores de lo nuevo que emerge, de nuevos interrogantes y nuevos riesgos.

Los aprendizajes de la historia se expresan en modos plurales y democráticos de funcionamiento, la aparición de lugares de encuentro, la generación de prácticas que se proponen desde el acuerdo y el interrogante (ya que no está escrito el camino con el cual, a marcha a menudo forzada, vamos construyendo la Historia) configuran el nuevo escenario en el que es posible cifrar esperanzas ciertas.

Están pendientes muchas asignaturas, bueno es señalarlo: la articulación entre lo social y lo político, formas superiores de intercambio e integración entre organizaciones y culturas dando lugar al nacimiento de nuevas prácticas, la construcción de nuevas identidades colectivas desde el encuentro de lo diverso para confrontar con el antagónico, unas prácticas más reflexivas que nos permitan alertar contra nuevas (y viejas) propias (y ajenas) inconsecuencias, opresiones o injusticias.

Estos desafíos son gigantescos pasos adelante con respecto a nuestra trágica historia de desencuentros y derrotas. Recomponer el ámbito de lo popular y generar desde hoy la sociedad del mañana es una tarea tan ardua como inevitable. Tomando la idea hermosamente expresada por Vinicius de Moraes, mañana es domingo porque hoy es sábado, y de este día, tan lleno de perplejidades, esperanzas, horrores, injusticias y resistencias es que nacerá el tiempo que dará, a todos, un lugar de igualdad , democracia y emancipación, pues lo nuevo nace, inexorablemente de lo existente. Y ese es nuestro desafío.
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