Free Blog Themes and Templates

jueves, 11 de diciembre de 2003

Diálogo, Identidad y Libertad

Inauguramos con este artículo, una serie de análisis y reflexiones sobre la actualidad elaborados por referentes de los diversos credos y confesiones religiosas participantes del Grupo de Diálogo Macroecuménico Joven. Este material se ofrecerá a los lectores a lo largo de todo el año 2004.

Por Matias Baeza. Miembro de la Comunidad Bautista en el grupo de Diálogo Macroecuménico Joven

Indiferencia, desconfianza, distanciamiento, menosprecio, son todas actitudes que los seres humanos hemos sabido perfeccionar a lo largo de los siglos y a lo ancho del planeta. No importa de que cultura estemos hablando, siempre vemos que en ella el ser humano ha encontrado pretextos para estas actitudes. Pero el problema no se queda allí, sino que estas actitudes son solo el comienzo para otras infinitamente mas destructivas y alienantes para la dignidad de la humanidad. Y situándonos en estas actitudes me urge preguntar por el papel que las comunidades religiosas han jugado y pueden jugar al interior y exterior de las sociedades en las cuales se hallan involucradas. El conflicto árabe-israelí, el enfrentamiento entre protestantes y católicos en Irlanda del Norte, la violencia desmesurada en la ex Yugoslavia durante la década de los `90, la dolarización religiosa y militar que condujo a la Guerra Civil en el Líbano en las décadas del `70 y `80(1) . Todos estos conflictos poseen una arista evidentemente política, pero que no se suceden de un día para el otro y tienen en la base también un problema de convivencia e intercambio cultural entre sus participantes; en donde la religión, en muchos casos y en diferentes medidas ha jugado un papel importante ya sea por acción o por omisión.
Mi supuesto es que el problema esta en no reconocer la necesidad del vínculo para la convivencia a nivel de pequeña comunidad primeramente, y seguidamente, y a consecuencia de ello, macrocomunitariamente; vínculo que a mi entender consta de tres elementos necesarios para su realización: el diálogo, la identidad y la libertad. En tal sentido creo que la religión tiene un papel importante que jugar en todo ello. He aquí algunos elementos para que el lector pueda investigar, cuestionar y reflexionar al respecto...
Los seres humanos afirmamos nuestra identidad generalmente desde la contraposición con el otro, es decir que nos definimos a nosotros mismos desde aquello que nos diferencia, desde aquello que me distingue cualitativamente; recorremos un camino que va desde lo distinto hacia lo propio. Por ello mismo seguimos necesitando del otro para definirnos y afirmarnos a nosotros mismos, no podríamos autodefinirnos desde el propio yo sin entrar en relación con lo no-yo. Por lo tanto se hace claro que tenemos una necesidad de vinculo que se asocia con nuestra propia identidad; de manera que no podemos negar ese vínculo que existe, nos percatemos de ello o no. En nuestra identidad religiosa sucede exactamente lo mismo; nos autodefinimos en relación con el otro y lo hacemos mediante un vínculo que muchas veces nos es difícil reconocer, porque nos es difícil aceptar que necesitamos del otro para afirmarnos a nosotros mismos. Y sucede que a veces este vínculo es vivido de manera negativa, tratando de negarlo o aparentando autosuficiencia; sin embargo, el vínculo existe y es un imposible la no-comunicación, ya que aunque queramos ignorar esto, aún así nos estamos comunicando con el otro, le estamos enviando un mensaje (no verbal tal vez, pero mensaje al fin).
Muchos de los problemas que experimentó la humanidad durante siglos, y en la actualidad han sido por no saber reconocer esta relación reciproca entre vínculo e identidad; no hemos sabido resolver nuestras diferencias por medio de un vínculo constructivo sino por medio de vínculos destructivos (nótese que nos situamos en el plano relacional al fin). En este sentido la religión ha jugado históricamente un papel central en las relaciones de los seres humanos, ya que han sido ellas quienes mayormente han configurado estructuras socio-culturales, y aún hoy lo siguen haciendo(2). Las culturas a lo largo de los siglos han entrado en conflictos sumamente destructivos entre sí a causa de la falta de un diálogo fecundo y una apertura constructiva hacia el otro; hemos utilizado nuestras diferencias culturales no para enriquecernos, sino para distanciarnos, crear muros y sembrar violencia; pocas veces (sino ninguna) nos hemos situado en la apertura dialogal en la cual yo pueda afirmarme en mi identidad sin pensar que puedo hacerlo prescindiendo del otro o atacándolo.
Otra consecuencia de ignorar el vínculo se encuentra en que hemos sido engañados cada vez que se nos decía que la libertad era algo que únicamente se asociaba con mi propia persona, mi voluntad y elección; y no queríamos ver que la esencia de la libertad esta también en el vínculo. “Todo tu y todo nosotros debidamente dicho, crea libertad. En la vinculación al tu y al nosotros, tengo yo que venir a ser yo mismo.(...) En una palabra: no hay libertad son vinculación, solo hay libertad en la vinculación, la vinculación libremente aceptada.”(3) Como cristianos creemos que nuestra libertad viene por medio de nuestro vínculo con Cristo primariamente, pero seguidamente, y como consecuencia de ello, con nosotros mismos, con el prójimo y con el universo entero también (2º Co 5,18-20). Es solo en la sujeción voluntariamente aceptada que somos capaces de experimentar la libertad como una condición interior del ser humano que nos ha llevado a reconocer nuestras necesidades de vínculo y apertura hacia el otro. De esta manera solamente podemos empezar a comprender que la libertad es un bien colectivo y no únicamente individual, que requiere de un compromiso mutuo junto con el otro; ni siquiera es algo que pertenezca dogmáticamente a ciertos grupos que, por creer que poseen la verdad, buscan imponerla coercitivamente, ya sea física o ideológicamente.
Diálogo, identidad y libertad son así, tres aspectos de una misma necesidad subjetiva del ser humano, y se hacen realidad en el vínculo creativo que encontramos en la apertura hacia el otro. Además estas tres necesidades se condicionan unas a otras de manera ineludible, porque no podemos hablar de identidad si no es por medio del diálogo que nos permite afirmarla desde el otro, no podemos hablar de libertad si no contamos con la posibilidad de construir una identidad propia que nos distinga y nos dignifique, y no podemos hablar de diálogo sin la identidad y la libertad necesarios para concretarlo creativamente en espacios sociales que lo permitan.
Diálogo, identidad y libertad son tres elementos constitutivos del ser humano por los cuales, como seguidores de Jesucristo, debiéramos luchar y esforzarnos por ser ejemplos. Debiéramos hacerlo no porque se trate de creencias ideológicas que nos llevan a promoverlo, sino porque se trata de la dignidad de la vida y de los seres humanos, se trata de nosotros mismos, todos, como criaturas creadas por Dios y amadas con la misma intensidad y devoción por el todopoderoso. En una sociedad que gusta de hablar de libertad y proclamarla como un derecho, pero sin brindar los espacios propicios para formarla y ejercitarla (4) debiéramos nosotros crear esos espacios vinculantes que promuevan el diálogo entre las personas con diferentes maneras de ver la realidad... Y es posible hacerlo sin renunciar por ello a nuestra identidad y creencias, dialogar desde lo propio no es sincretismo ni debe ser visto así (de hecho el sincretismo y el relativismo, sea moral o teológico, es uno de los principales obstáculos para el diálogo), sino que el diálogo muestra una de las virtudes cardinales del ser humano creado a imagen y semejanza de Dios. Es posible, también, hacerlo y superar el problema del poder que tanto preocupa y ocupa al ser humano, el ansia de poder que se coloca en un pedestal por encima del otro y le señala que es lo correcto y que no, el poder que no permite que nos abramos al otro y nos veamos en igualdad de condiciones porque sabe que así se es vulnerable. Y finalmente es posible hacerlo...y debemos hacerlo porque cuando la dignidad de muchos seres humanos esta siendo pisoteada mientras cada cultura y religión se ocupa de sus “intereses económicos o eternos” nosotros no podemos, como seguidores del Maestro, ignorar estas necesidades inherentes a los seres humanos. Creo que en el diálogo podemos afirmar aquellos valores morales que, como seres humanos, todos defendemos; en el diálogo podemos trabajar por la paz, abriendo las puertas del encuentro y siendo de ejemplo a la comunidad. Estableciendo vínculos solidarios en al menos estos dos puntos que acabo de mencionar, creo que puede llevarnos a tener un mayor impacto en la sociedad de hoy, a tener mas posibilidades de ser oídos por las autoridades (en nuestra nación y en el mundo) y por la sociedad en general, que más que palabras convincentes esperan ver actitudes de parte de las comunidades religiosas.
Creo que el cambio debe comenzar por los líderes religiosos (y de hecho, en muchas naciones este cambio ha venido teniendo lugar durante la última mitad del siglo XX), que como acompañantes, pastores de la comunidad a la cual pertenezcan deben saber transmitir y practicar este ejercicio. Que comprendan que no implica una pérdida de la identidad y creencias (todo lo contrario), no es traición a las propias raíces históricas y confesionales, ni abdicar ante un relativismo moral que solo degenera en incertidumbre e inseguridad, ni tampoco consentir o asentir las creencias del otro. El diálogo es precisamente eso...nada mas, pero también nada menos que diálogo, vínculo; reflejo de una identidad afirmada y madura, señales de una condición interior de libertad y espontaneidad, demostración de amor y respeto. Concluyo con la creencia de que los grandes cambios que muchas veces queremos presenciar, y ser protagonistas, deben comenzar con pequeñas actitudes, gestos de amistad, trato cordial, actitud de escucha y apertura creativa al diálogo y trabajo conjunto allí, en la comunidad donde nos encontremos y frente a las necesidades propias de la dignidad de los seres humanos allí presentes...

-------------------------
1. El caso de la Guerra Civil libanesa es digna de ser estudiada con detenimiento; animo al lector interesado a interiorizarse en la misma ya que en ella se ve la total fragmentación religiosa y cultural de la sociedad; aún al interior de las mismas comunidades religiosas y étnicas similares: cristianos, cristianos maronitas, drusos, musulmanes chiies y sunnies, entre otros.

2. Entiendo por religión aquí su sentido más amplio, como la necesidad del ser humano de trascenderse a sí mismo mediante la afirmación de una cosmovisión, compartida por una determinada comunidad. En tal sentido no son solo religiones los grandes credos monoteístas conocidos, sino también las diversas corrientes de pensamiento omnicomprensivos de la actualidad.

3. Citado de Bucher, Theodor. Unidad en Cristo. Colección “Diálogo” Ediciones Sígueme. Salamanca, 1967. Pp. 24-25. Todo el capitulo titulado “Libertad y vinculación” es sumamente enriquecedor.

4. Moltmann, J. El Espíritu de la vida. Ed. Sígueme. Salamanca, 1991. Pp.298
Free Blog Themes and Blog Templates