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miércoles, 27 de julio de 2005

Año 2/Nº11: Entornos libres de humo de tabaco

Según la Organización Panamericana de la Salud, el humo del tabaco mata entre 122.000 y 209.000 personas por año en el continente Americano.


Las organizaciones científicas más importantes a nivel mundial han concluido que respirar aire contaminado por humo de tabaco de los demás puede causar graves enfermedades y muerte a los no fumadores.

Han demostrado que el humo de tabaco es un factor central para el desarrollo de Cáncer de pulmón, que potencia los síntomas y enfermedades del aparato respiratorio, favorece enfermedades cardiovasculares y exacerba el asma. Reduce asimismo la función pulmonar y puede producir otros tipos de cáncer. En los niños, provoca bajo peso al nacer, síndrome de muerte súbita del recién nacido, aborto espontáneo, enfermedades respiratorias agudas (incluidas neumonía y bronquitis), síntomas de problemas respiratorios crónicos, menor desarrollo de la función pulmonar, Asma y exacerbación de sus síntomas y enfermedades del oído medio agudas y crónicas. Tanto fumadores como no fumadores expuestos al humo de tabaco enferman más frecuentemente que los no fumadores no expuestos al humo de tabaco.

Entre los muchos argumentos que se suelen escuchar en defensa de la aceptabilidad social del hábito de fumar, hay cuatro que se repiten tenazmente. Es común oír que en un mundo libre, las personas adultas tienen derechos, entre los que se incluye el de fumar. La expresión es tan simple como indiscutible e insuficiente. Desde luego que las personas tienen derecho a fumar, pero solo si su humo no perjudica a los demás. Esto último es clave para la convivencia en las sociedades modernas ya que lo contrario constituye un abuso de derecho. Otras personas también tienen derecho a respirar aire libre de humo y a ser protegidas del cáncer contraído en sitios públicos como su trabajo, un restaurante o un medio de transporte.

De la misma forma se esgrime como argumento que el tabaco es un producto lícito. Este dato es también correcto pero incompleto. Efectivamente no se trata de una sustancia prohibida, pero si es un producto con restricciones al igual que muchos otros: No se puede conducir un automóvil por la vereda ni rociar pesticida en un restaurante. De la misma manera tampoco se debería poder fumar en lugares cerrados de uso público.

Se oye también que los propietarios o responsables de dichos lugares de uso público son quienes tienen el derecho de fijar las normas internas sobre este tema. Aquí tenemos uno de los argumentos más mencionados y quizás el más fácil de rebatir. Los propietarios o responsables de estos sitios no tienen derecho a perjudicar la salud pública, sino al contrario el deber de protegerla. De la misma forma que un restaurante no puede optar por tener sus cocinas sucias o vender productos en mal estado, tampoco deberían poder optar por ofrecer un aire no saludable. Y aun más allá de cuestiones de índole jurídica, con los conocimientos actuales sobre salubridad e higiene, cualquier carencia en los tres ejemplos mencionados se convierte en una práctica anti ética.

Finalmente, aunque hoy con menos fuerza, todavía se escucha que la información revelada sobre los perjuicios del humo de cigarrillo no ha sido científicamente corroborada. Sin embargo las comprobaciones médicas han determinado claramente que el humo de tabaco de los demás mata. Informes importantes respaldan dicha conclusión, como también lo hacen las declaraciones de los principales organismos dedicados a la salud y hasta se acepta en documentos internos del ámbito tabacalero.

Desde hace mucho tiempo, por tratarse de una práctica socialmente difundida y aceptada, el tema se trata con cierta liviandad y se proponen soluciones demasiado simples para un problema que es ciertamente complejo. Es así que estamos habituados a ver ambientes compartidos por fumadores y no fumadores divididos por "áreas" como si las leyes de la física pudieran cambiarse mediante reglamentos, cuando en realidad el humo proveniente de los sectores donde está permitido fumar se expande de forma tal que expone a todos los presentes a los mismos productos químicos cancerígenos. Ni siguiera la ventilación soluciona saludablemente el problema ya que si bien reduce el olor del humo, no elimina los contaminantes químicos peligrosos.

Es necesario buscar una respuesta social respetuosa de libertades, derechos y obligaciones en un marco de relaciones más transparentes entre fumadores y no fumadores. Prácticas sociales pensadas a favor de la vida, no contra el ser humano que fuma, sino solo contra el humo que su hábito de fumar produce y en protección de aquellos que no lo tienen. Es claro que indirectamente también se mejora con ellas la calidad de vida del fumador aunque este tienda a no aceptarlo de esa forma.

El primer paso hacia esa transparencia es dejar de tratar al humo de tabaco de los demás como un factor de “mera” incomodidad, explicando con claridad que representa un problema para la salud y reduciendo la aceptabilidad social que existe respecto de fumar en ambientes cerrados. Disminuyendo efectivamente las ideas acomodaticias vigentes que pretenden la viabilidad de la convivencia en espacios compartidos y apuntando a lograr la mayor cantidad posible de "entornos libres de humo", que contribuyen al desarrollo de comunidades y familias más saludables.

Los entornos libres de humo refuerzan la formación preventiva orientada hacia los más jóvenes al crear espacios de no aceptación al uso del tabaco. Ayudan a normalizan la costumbre de no fumar, es decir, que los más jóvenes dejan de considerar el fumar como una parte normal del proceso de crecimiento y los fumadores se sienten alentados a disminuir el consumo o dejar de hacerlo.

Y como si todo esto no fuera ya suficiente, trabajar asociadamente para conseguir instalar un entorno libre de humo, fortalece la capacidad de organización y movilización de la comunidad en pos de un cambio social que implique mejor calidad de vida para todos.

Por todo lo expuesto, la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA se transformará en un entorno libre de humo de tabaco a partir del 21 de setiembre de 2005. Se extenderá la prohibición de fumar a la totalidad de los espacios cerrados de todas sus sedes e instalaciones.
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