LA PRÓSTATA MERECE ATENCIÓN
En primer lugar, debe ser nuestra la atención y luego será tema del urólogo.
¿Y cuándo debemos comenzar a controlarla?
Se aconseja a partir de la quinta década de la vida, y unos años antes si hubo, en familiares directos, algún varón con cáncer de próstata: padres, tíos, hermanos. Es fundamental, entonces, su periódico control.
La próstata es una glándula “sexual” que nos acompaña desde muy temprano, digamos desde que somos un embrión y nacemos con ella. Es excepcional su patología en la niñez y en general son malformaciones que acompañan cuadros más complejos; en la pubertad comienza su desarrollo y en la época de la actividad sexual no escapa a la posibilidad de las infecciones venéreas. Pero lo que preocupa es que a partir de la cuarta década de la vida los cambios que aparecen en esta glándula, que provee la mayor cantidad del liquido del eyaculado y que le da ese olor dulzón típico de la fructosa, incluyen, además, su forma y tamaño.
La próstata es una glándula hormona dependiente de la testosterona. Pero una parte de la misma, atrofiada, estrógeno dependiente, encuentra, en la aparición de esta última hormona, que el hombre comienza a producir a partir precisamente de su testosterona, el elemento que la hará aumentar de tamaño (hiperplasia prostática benigna) a expensas de la glándula y en especial de su tejido muscular. Este aumento comprime la uretra (la aplasta, la ensancha y la elonga) dificultando la micción, provocando aumento en la frecuencia, chorro de menor calibre y proyección y goteo post miccional.
Dentro de los estudios propuestos para diagnosticar si hay verdaderamente una enfermedad de la próstata, el urólogo recurre al tacto rectal, la palpación del hipogástrico (bajo vientre) y le solicita al Departamento de Imágenes un estudio ecográfico vesico-prostático con evaluación del residuo post miccional, y al laboratorio, en una muestra de sangre, la determinación del antígeno prostático específico (marcador proteínico).
La discordancia entre el tacto y el antígeno prostático especifico nos remite nuevamente al Departamento de Imágenes para realizar una ecografía prostática esta vez transrectal. Un “tacto ultrasónico” que informa sobre la estructura prostática: la aparición de nódulos que podrán ser de hiperplasia benigna u otros de distinta características (hipo-hipercongénicos) o alteraciones en la cápsula, todos sospechosos de procesos neoplásicos.
La hiperplasia prostática benigna reconoce en principio tratamiento médico farmacológico y ante su fracaso está indicada la cirugía que se impone cuando aparecen las complicaciones: retención urinaria, litiasis, infección.
El carcinoma de la próstata necesita, además de su confirmación anatomo patológica, su estadificación, es decir en que momento de la evolución de la enfermedad se encuentra el paciente para su correcto tratamiento. De esto dependerá la indicación quirúrgica, radioterápica o el manipuleo hormonal para el control de la enfermedad.
La conclusión es recordar la próstata a partir de los 50 años como órgano a vigilar.
La consulta con el urólogo puede ser decisiva para el control de la patología benigna y fundamentalmente sobre la maligna.
Dr. Horacio Rey
En primer lugar, debe ser nuestra la atención y luego será tema del urólogo.
¿Y cuándo debemos comenzar a controlarla?
Se aconseja a partir de la quinta década de la vida, y unos años antes si hubo, en familiares directos, algún varón con cáncer de próstata: padres, tíos, hermanos. Es fundamental, entonces, su periódico control.
La próstata es una glándula “sexual” que nos acompaña desde muy temprano, digamos desde que somos un embrión y nacemos con ella. Es excepcional su patología en la niñez y en general son malformaciones que acompañan cuadros más complejos; en la pubertad comienza su desarrollo y en la época de la actividad sexual no escapa a la posibilidad de las infecciones venéreas. Pero lo que preocupa es que a partir de la cuarta década de la vida los cambios que aparecen en esta glándula, que provee la mayor cantidad del liquido del eyaculado y que le da ese olor dulzón típico de la fructosa, incluyen, además, su forma y tamaño.
La próstata es una glándula hormona dependiente de la testosterona. Pero una parte de la misma, atrofiada, estrógeno dependiente, encuentra, en la aparición de esta última hormona, que el hombre comienza a producir a partir precisamente de su testosterona, el elemento que la hará aumentar de tamaño (hiperplasia prostática benigna) a expensas de la glándula y en especial de su tejido muscular. Este aumento comprime la uretra (la aplasta, la ensancha y la elonga) dificultando la micción, provocando aumento en la frecuencia, chorro de menor calibre y proyección y goteo post miccional.
Dentro de los estudios propuestos para diagnosticar si hay verdaderamente una enfermedad de la próstata, el urólogo recurre al tacto rectal, la palpación del hipogástrico (bajo vientre) y le solicita al Departamento de Imágenes un estudio ecográfico vesico-prostático con evaluación del residuo post miccional, y al laboratorio, en una muestra de sangre, la determinación del antígeno prostático específico (marcador proteínico).
La discordancia entre el tacto y el antígeno prostático especifico nos remite nuevamente al Departamento de Imágenes para realizar una ecografía prostática esta vez transrectal. Un “tacto ultrasónico” que informa sobre la estructura prostática: la aparición de nódulos que podrán ser de hiperplasia benigna u otros de distinta características (hipo-hipercongénicos) o alteraciones en la cápsula, todos sospechosos de procesos neoplásicos.
La hiperplasia prostática benigna reconoce en principio tratamiento médico farmacológico y ante su fracaso está indicada la cirugía que se impone cuando aparecen las complicaciones: retención urinaria, litiasis, infección.
El carcinoma de la próstata necesita, además de su confirmación anatomo patológica, su estadificación, es decir en que momento de la evolución de la enfermedad se encuentra el paciente para su correcto tratamiento. De esto dependerá la indicación quirúrgica, radioterápica o el manipuleo hormonal para el control de la enfermedad.
La conclusión es recordar la próstata a partir de los 50 años como órgano a vigilar.
La consulta con el urólogo puede ser decisiva para el control de la patología benigna y fundamentalmente sobre la maligna.
Dr. Horacio Rey