La independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, formalmente declarada en 1816, podría afirmarse que todavía constituye un proceso inconcluso....
Así como estuvo signada por un sinnúmero de trastornos de todo tipo, por otro lado propios de la tensión de ese momento fundacional hace casi 200 años, quedan aspectos pendientes para que esa independencia se plasme en una realidad incontrastable. Para comenzar tomemos en cuenta que el primer presidente de la República, Bernardino Rivadavia, fue elegido recién en 1826.
Es como que la utopía de la independencia sigue vigente. De ser así, y existir tal utopía, a la que podríamos definir como un punto fijo que cuando uno parece alcanzarlo se mueve hacia adelante y nos vuelve a desafiar, la luz de la esperanza estaría sin dudas al final del túnel, en cuyo caso la oscuridad no sería eterna.
Otra reflexión que sugiere un interrogante crítico: ¿podrán hablar de independencia los hermanos de los pueblos originarios, precursores territorial y culturalmente de nuestra geografía nacional? Igualmente, ¿es posible vivir la independencia cuando una porción importante de la población se halla en situación de pobreza y mucha en el nivel de exclusión? Se supone, por definición, que la independencia implica justicia, igualdad de oportunidades, soberanía en las decisiones, espacio para todos los ciudadanos y derechos y obligaciones que no admiten rangos ni distinciones. ¿Es esa nuestra realidad? Más aún: ¿es intelectualmente honesto referirnos a la independencia, generalmente de forma mecánica, cuando todavía no hemos completado el tránsito ineludible que debe recorrer la democracia, sustento fundamental de todo proceso que se precie de independentista: promover que sus habitantes alcancen la condición calificada de ciudadanos.
A veces es dolorosa una mirada desde una óptica diferente. Sin embargo, a la larga es útil para reaccionar y corregir las debilidades que han colocado a la Argentina en una situación que pocos fuera de nuestro circunscripto ámbito nacional, no exento de un exacerbado e inmaduro ombliguismo, pueden comprender. Otra vez, el concepto de grandeza, generalmente ausente, vuelve a hacerse presente como requisito que no puede continuar siendo gambeteado por ninguno de nosotros, particularmente por quienes tienen a su cargo mayores responsabilidades en cualquier espacio institucional de la sociedad.
Eduardo Spósito Secretario Honorario |
| Osvaldo Pérez Cortés Presidente |
| Norberto Rodríguez Secretario General |
