Su ingreso a la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA se produjo alrededor de 1957. Viviendo a pocas cuadras su madre lo acercó a la institución. Cursó su escuela primaria en el establecimiento contiguo a la Asociación, fundado por Domingo F. Sarmiento.San Nicolás era su barrio. Bautizado en la Iglesia de la Merced, tomó su primera comunión en el Santísimo Sacramento. Su incorporación a la Asociación fue junto con quien por entonces era su mejor amigo.
Probablemente a su madre le interesaba principalmente la actividad física y que aprendiera a nadar, algo que, reconoce, le costó bastante. Sin embargo, lo que Jorge encontró más atractivo en la YMCA no fue la actividad física, para la que nunca fue muy bueno, sino todas las otras actividades complementarias. En particular, los campamentos, actividad que frecuentó y que le abrió una gran perspectiva de vida comunitaria. Así como le costaba destacarse en la actividad física, la vida comunitaria de los campamentos le apasionaba. Esa especie de colmena que era el conjunto niños y jóvenes interactuando todo el día resultaba una experiencia extraordinaria.
Integró el cuerpo de líderes y llegaba a pasar toda la temporada en YMCAPOLIS, en Sierra de la Ventana. Recuerda muchos episodios. Revolviendo papeles, hace un tiempo encontró un diario que hacían e imprimían en un mimeógrafo de alcohol. Promete que cuando la YMCA arme su museo lo donará.
Agrega que las caminatas y las ascensiones fueron una gran experiencia. Parecía que uno no podía llegar al final pero ahí aparecía un “segundo aire”. El tema del segundo aire está cotidianamente presente. Sostiene que siempre hay algo más que uno puede hacer en pos de un objetivo; nunca rendirse ante el primer obstáculo.
Hizo muchos amigos y los conserva con mayor o menor proximidad. Y en los últimos años al regresar a la YMCA se reencontró con algunos de ellos y conoció otros asociados que habían hecho la misma experiencia y rápidamente nació una nueva amistad.
Afirma que en la Asociación recibió un conjunto de valores que le sirvieron para toda la vida. Una suerte de refugio y de guía frente a las distintas contingencias que cada uno enfrenta a lo largo de los años.
A los asociados más nuevos les recomienda que se integren plenamente a la YMCA y que se guíen por el triángulo que simboliza el emblema de la institución: ALMA-MENTE-CUERPO. Sintetiza con gran sabiduría lo que la YMCA puede dar y lo que cada asociado puede recibir. “No veo muchos lugares donde este equilibrio tan rico para una vida intensa esté tan presente”.
En la actualidad, Jorge es socio activo de la Asociación y tesorero honorario del Directorio.