Socios con trayectoria y compromiso institucional
61 Años cultivando el respeto y la amistad
Daniel nació allá por el año 1929 en un pueblito de la provincia de Córdoba. Eran tiempos difíciles para la colectividad judía, más aún en el interior. Recuerda que en las fiestas de su tradición religiosa siempre era un problema cumplir con el descanso obligado: para poder cerrar el negocio en dicho período debían aducir que había algún familiar enfermo. A los 18 años, sus padres se radicaron en la Capital Federal con muy pocos recursos pero con un sólido objetivo: trabajar duro para forjar un porvenir para sus hijos. Así lo hizo también Daniel. Dio sus incipientes pasos como jornalero vendiendo sándwiches en los estadios de fútbol, lo cual le posibilitó juntar pequeños ahorros y con ellos sobrellevar sus primeros años de matrimonio. En octubre del año 1950, el profesor López Aguilar (docente en aquella época de la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA), lo convenció de asociarse a la institución. Lo hizo, en primera instancia, motivado por la ilusión de aprender a nadar. Tan bien le fue y tan buenos profesores tuvo que al poco tiempo fue alumno del Curso de Guardavidas de la YMCA, del que egresó con excelente promedio. Su entusiasmo con la institución lo llevó rápidamente a colaborar en la enseñanza de natación a grupos de niños de la División Cadetes de la sede Central. Posteriormente, incursionó en gimnasia en grandes aparatos representando a la Asociación en exhibiciones que realizaban en diferentes clubes de Buenos Aires y en el interior del país. Reitera: “exhibiciones” y no competencia, pues el lema de la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA era que la actividad se enfocaba hacia el beneficio físico y espiritual para quien la practicaba, y no a una mera competencia para demostrar la superioridad de unos sobre otros. También practicó pesas y complementos con el profesor Eduardo Bargach, del que guarda afectuosos recuerdos. Confiesa que cuando ingresó a la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA tuvo alguna reticencia debido a su condición de judío. Sin embargo, la Asociación le demostró todo lo contrario: ha convivido con personas de diferentes credos, hizo muchos amigos, aprendió que la educación y el respeto son condiciones primordiales para la convivencia, y especialmente conoció a docentes que le enseñaron, por sobre la técnica, lo valioso de ser buena persona. Su agradecimiento por todo ello lo demuestra con los 61 años de asociado y con los otros 61 que piensa cumplir. No quiere dejar de destacar un gesto institucional en sus primeros años de asociado. Cuando su situación económica no le permitió abonar la cuota social por varios meses, la Asociación igualmente le mantuvo abierta sus puertas. El ejemplo sirvió para que hoy, ya con mejor pasar, esté siempre predispuesto a colaborar cuando se lo necesita. Siente que la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA amalgamó en su persona valores éticos esenciales para la vida: respeto por el prójimo, solidaridad, humildad, transparencia y, fundamentalmente, querer a las personas por lo que son y no por lo que tienen.