Socios con trayectoria y compromiso institucional
Siguiendo los pasos de un puntero-
En su niñez y de la mano de su padre, quien fuera puntero de la clase de gimnasia del turno de los lunes, miércoles y viernes a las 21,00 hs, Elías conoció a la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA. Observaba extasiado desde la galería del gimnasio principal de la sede central a ese grupo de hombres que disfrutaban de la clase, corriendo en zigzag y haciendo ejercicios cantando al compás de un piano. Dicha imagen, con la sonrisa de su padre mirándolo de reojo desde una transpirada colchoneta, aún perdura en su mente. En el año 1973, ya cumplidos los 13 años y con mucha ansiedad, obtuvo su carnet de socio de la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA. En poco tiempo se encontró promoviendo un ciclo de debates en el 5to. piso con la novedosa incorporación de niñas al mismo. Ya más crecido incursionó en el gimnasio de Pesas y Complementos, por ese entonces a cargo del prof. Eduardo Bargach. Recuerda que cuando vio esa mole musculosa casi no se anima a ingresar al gimnasio. Pero luego, la característica amabilidad de Eduardo fue una invitación a ponerse a lidiar con las pesas. Se sintió interesado por el fútbol, participando de los turnos nocturnos, donde como él mismo dice, aprendió a jugar sin pelota, esquivando mas los “guadañazos” de los defensores que el manejo del balón. Transcurridos los años y habiendo formado una familia, sus obligaciones lo llevaron a modificar los horarios. Fue así que se incorporó a la clase Alba. Recuerdos gratos, amigos que no se van, anécdotas varias, el teatro armado con discusiones ficticias en el vestuario para deleite de los “veteranos” y asombro de los “nuevos”, la polémica del día lunes sobre los resultados de los partidos de fútbol del domingo y el desayuno compartido. Todo esto lo atesora en un rincón privilegiado de su corazón. Con el paso del tiempo, sus rodillas le aconsejaron un deporte de menos contacto físico. Es así que comenzó su dedicación al voleibol en el turno del mediodía, espacio donde pasó a ser “El Turco”. De él, dicen las malas lenguas, hay que cuidarse cuando queda a cargo del tanteador. Mañana no sabe a qué actividad se dedicará, pero tiene muy claro que siempre encontrará una excusa para venir a la institución a confraternizar y a sentirse bien. Es una de las características que en definitiva distinguen a la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA. Tratando de devolver un poco de lo mucho que le brindó la institución integra el grupo de colaboradores voluntarios de la misma. Es miembro del Club de Embajadores de la YMCA y del Comité del área de Jóvenes y Adultos. En la Asociación aprendió el significado de una mente y un cuerpo sanos y, por sobre todas las cosas, un espíritu sano. Aprendió también a respetar al prójimo, a ser buen compañero y a entender al deporte como un vínculo de unión y paz. A quienes andan escasos de tiempo les aconseja hacerse del necesario para poder dedicarse a uno mismo. La continuidad de la práctica deportiva, en todas las edades, ayuda a sentirse vigente y con la necesaria capacidad de seguir generando relaciones humanas virtuosas.