Silvio continúa participando de actividades en el gimnasio de pesas y complementos, sin olvidar su otra pasión que es la natación.
Al comienzo, sus primeras incursiones en la actividad física identificaron a la calistenia y a la natación como sus favoritas. Ya como joven integró el Circulo Universitario, el cual es muy recordado por cuanto congregó a grandes valores de la cultura de la época. Rememora sus idas al río a nadar con Eneas Spilimbergo y sostener con él largas charlas sobre pintura.
Participó en las famosas Estudiantinas de la YMCA, entre los años 1943 y 1949, y recuerda con mucho respeto y cariño a un propulsor de las mismas, el Dr. Enrique Grande.
Participando del juego de la pelota a mano, del cual, dice, supo ser campeón, compartió la cancha y la amistad con Astor Piazzola, Adrián Cúneo y Carlos Ginés, entre otros. Reconoce al mejor jugador y caballero en la especialidad, Fernando Ingrata, quien le brindó su afecto dentro y fuera de la Asociación.
Hay una anécdota que lo pinta de cuerpo entero a Silvio y sus locuras: estando internado para ser intervenido quirúrgicamente, le pidió a su esposa (asociada también) que tomara su lugar en la cama para poder escaparse, jugar un partidito de pelota a mano en la terraza de la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA y volver presuroso al sanatorio sin que nadie notara su escapada.
Ante la pregunta: ¿Qué le dio la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA?, responde: la Asociación es y seguirá siendo mi segundo hogar. Me dio ganas de luchar por la vida, por la amistad y, sobre todo, por los valores éticos”. Y ofrece un consejo: “muchas cosas se valoran cuando se pierden”. Señala que él tiene la suerte de poder valorar a la Asociación formando parte de ella. “Aquí se pueden encontrar muchas cosas que afuera escasean. No la desaprovechen, y encuentren la amistad, la solidaridad y el amor hacia el prójimo”, concluye.