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jueves, 3 de julio de 2008

Eduardo Cavalieri

Ingresó como asociado cadete y hoy integra el Directorio

Cuando un asociado y compañero de trabajo del Banco Central le comentó a su padre sobre las virtudes de la “Yumen”, éste, que veía como Eduardito pasaba sus tardes jugando a la pelota en la plaza Solís del barrio de San Cristóbal, no dudó en consultar a su esposa sobre la idea de vincularlo a la institución.
Corría el 18 de junio de 1956 cuando Eduardo Cavalieri ingresó al hall del edificio de la sede central de la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA preguntándose si habría también algún lugar con un poco de pastito como el que tenía su placita de barrio.
Sus primeras actividades en la entonces División Cadetes fueron la gimnasia, los juegos colectivos y el infaltable aprendizaje de la natación. Se entusiasmó tanto que, además de concurrir al turno “E” de los lunes, miércoles y viernes, buscaba la manera de “colarse” en el turno “G” que se desarrollaba los martes, jueves y sábados.
El básquetbol fue el deporte que lo atrapó rápidamente. Eduardo participó en los torneos de juveniles y luego en tercera, segunda y primera división dentro de la institución. Logró varios campeonatos y en la década del 60 integró uno de los equipos más recordados de los torneos internos: Harlem.
Pero a Eduardo le entusiasmaban también otras facetas de la institución. Participó como voluntario en las actividades comunitarias de la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA. Se integró a un grupo que enseñaba gimnasia y básquetbol en la incipiente Villa 31 de Retiro.
Habiendo participado de los campamentos coeducacionales juveniles de la institución, hoy se pregunta a sí mismo si lo hizo por el amor a la naturaleza o por lo novedoso de compartir por primera vez en la YMCA una actividad con chicas.
Ya siendo joven le quitaba tiempo al estudio de su actual profesión de contador público nacional para aprender fotografía en el Círculo Fotográfico de la YMCA, donde con los años llegó a ser representante en una exposición de salón internacional logrando un primer premio.
Eduardo siempre expuso que la Asociación fue, es y será su segundo hogar, dando testimonio permanente con su colaboración incondicional al fortalecimiento de la misión de la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA, que no es otra que la promoción de los valores esenciales de la vida.
Su participación en diferentes organismos directivos de la institución lo lleva hoy a ser un miembro referente de su Directorio.
Considera que en la institución pudo consolidar y desarrollar en plenitud la educación recibida de sus padres. Además, la YMCA le enseñó a pensar en positivo, a no sólo generar proyectos sino también a concretarlos y a saber consensuar y dialogar en pos de hacer posible una sociedad más inclusiva.

Por último, así resume, sencillamente, el símbolo que expresa el emblema triangular de la YMCA: tener un cuerpo sano, una mente fresca y un alma noble.
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