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sábado, 15 de julio de 2006

Simón Drucaroff

Un veterano jóven

71 son los años que vinculan a Simón Drucaroff con la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA, a la que de la mano de su padre ingresó como cadete, en 1935, en el antiguo edificio de Paseo Colón 161. A cargo del departamento de Cadetes estaba Juan G. Vignes, secretario profesional de la institución. En aquel entonces había cinco categorías para los cadetes: mosquitos, moscas, pollitos, pollos y gallo. Ascendió rápidamente a Gallo, logrando así la tan preciada cinta roja. Aprendió a nadar con el Prof. Zorrilla, conocido campeón de natación de la época.
Siendo intermedio (adolescente) llegó al edificio de la calle Reconquista, en 1938. Tiene Simón un recuerdo imborrable de David Neimark, otro destacado secretario profesional de la Asociación.
Siendo asociado adulto se incorporó de inmediato al Grupo Alba, el mismo al que a primera hora de cada mañana concurre actualmente. Lo hizo en compañía de su padre. Al momento de esta recapitulación le vinieron a su mente varios nombres de profesores y asociados: El alemán Tuni, los profesores Lucini, Curri, Cassola y Capolichio. Antiguos asociados como el recordado Don Simón Ackerman, líder del Grupo Alba. Igualmente Adolfo Haimovich, Antonio Bárbaro, Juan J. Rodríguez y el comisario Parisi, entre otros. No olvida tampoco al pianista inmortal "que tocaba durmiendo", Sánchez Caralps, aquel que acompañaba con su música las clases de gimnasia.
Desde 1974 es socio vitalicio y todas las mañanas viene a la Asociación, su segundo hogar, como él mismo la define. No concibe su vida sin ella. Muchas son las anécdotas a través del tiempo. Una de ellas se refiere a Don Simón Ackerman: todas las mañanas el grupo le escribía un versito en el pizarrón que estaba en el gimnasio principal. Don Simón le contestaba al grupo de la misma manera, generándose un contrapunto que alegraba el día.
Qué le dio la Asociación a Simón Drucaroff, según sus propias palabras: un ambiente donde disfrutó siempre de la amistad, el respeto mutuo y su "característica más hermosa y saliente: la no discriminación". Jamás, señala, observó la más mínima diferencia en términos religiosos, políticos o por el nivel socio-económico. La institución le enseño, puntualiza, a convivir con personas diferentes, en todo sentido. Guarda en su corazón un recuerdo muy especial también de los campamentos de la "Yumen".
Aconseja a sus pares vitalicios: no abandonen la actividad y que la edad no los supere. Ser vitalicio no es jubilarse de la vida y la edad no es impedimento para seguir haciendo lo que el físico reclama. No hay edad para empezar. Termina diciendo que cuando se habla de vida sana uno no puede dejar de pensar en la Asociación Cr
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