ATRAÍDO POR EL ASMA
De pequeño, Carlos venía soportando una indeseable compañía: el asma. Recuerda que durante los primeros años de colegio lo común era ir a clase un día y faltar dos. No podía descuidarse con el frío porque se afectaban sus pulmones.
Preocupados por su bienestar, sus padres pensaron que lo mejor era ingresar a un club para mejorar su condición física. Fue así como en el año 1960 ingresó a la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA (con el tiempo, los padres y el propio Carlos comprendieron que la institución era mucho más que un club).
Con diez años cumplidos comenzó a participar de todas las actividades posibles en la sede central de la calle Reconquista y, esporádicamente, concurriendo los fines de semana a YMCAHUASI, el centro turístico/educativo que la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA posee en la ciudad de Matheu, Partido de Escobar. Tiene muy presente esos viajes de los domingos por la mañana, donde había que levantarse muy temprano y estar a las 6,15 hs. en Retiro para tomar el tren sin escalas a Matheu. Se reunían en la estación chicos, padres y profesores que hacían el viaje disfrutando de canciones y juegos durante todo el trayecto. Al mediodía hacían un alto en las actividades y todos juntos se cruzaban a la pulpería que estaba frente a la Asociación para compartir un frugal almuerzo.
Promediando los 14 años (era la época del fútbol sentado -pasión de todos los niños y jóvenes de entonces- juego que se practicaba exclusivamente en la YMCA) se interesó por participar de la Escuela de Liderato Juvenil que desarrollaba (y continúa) la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA. Esto le permitió conocer mejor a la institución y consustanciarse con su Misión.
Próximo a los 17 años se animó con el básquet de los sábados por la tarde. Aún hoy duda qué fue lo más le atrajo: si dicho deporte o el tercer tiempo del grupo que al finalizar la actividad se concretaba en el bar Bremer de Corrientes y Leandro N Alem. Eran reuniones en las que abundaba la buena comida y la cerveza.
Durante los 70´ concurría a las clases de gimnasia y deportes de las 19,15 hs. (donde había tantos participantes que los ejercicios se cumplían de pié pues no había lugar para las colchonetas). Hasta que un asociado lo invitó a conocer el grupo Alba (clase así denominada pues inicia su turno a las 7 de la mañana). Desde entonces continúa participando regularmente en este horario, donde encontró según él, un fiel reflejo de lo que es la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA en cuanto a camaradería, solidaridad y principios.
Próximo a cumplir sus 50 años como asociado, afirma que toda esta vida de contacto con la Asociación le permitió no solo aprender a nadar, a disfrutar del deporte y el aire libre, a sentirse mejor y superar totalmente su asma, a crecer y cultivarse, a disfrutar de los cursos de folklore (donde los participantes viajaban a festejar el día de la tradición en el campo), a sentirse atraído por películas antiguas (que en esa época era difícil ver en otros lados), a aprender a bucear, a interesarse por la fotografía, etc., etc., sino fundamentalmente también a compartir una familia y a reconocer y disfrutar de las pequeñas y grandes cosas de la vida con amigos, moldeando de esa forma un estilo de vida en el que los valores siempre están presentes.
De pequeño, Carlos venía soportando una indeseable compañía: el asma. Recuerda que durante los primeros años de colegio lo común era ir a clase un día y faltar dos. No podía descuidarse con el frío porque se afectaban sus pulmones.
Preocupados por su bienestar, sus padres pensaron que lo mejor era ingresar a un club para mejorar su condición física. Fue así como en el año 1960 ingresó a la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA (con el tiempo, los padres y el propio Carlos comprendieron que la institución era mucho más que un club).
Con diez años cumplidos comenzó a participar de todas las actividades posibles en la sede central de la calle Reconquista y, esporádicamente, concurriendo los fines de semana a YMCAHUASI, el centro turístico/educativo que la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA posee en la ciudad de Matheu, Partido de Escobar. Tiene muy presente esos viajes de los domingos por la mañana, donde había que levantarse muy temprano y estar a las 6,15 hs. en Retiro para tomar el tren sin escalas a Matheu. Se reunían en la estación chicos, padres y profesores que hacían el viaje disfrutando de canciones y juegos durante todo el trayecto. Al mediodía hacían un alto en las actividades y todos juntos se cruzaban a la pulpería que estaba frente a la Asociación para compartir un frugal almuerzo.
Promediando los 14 años (era la época del fútbol sentado -pasión de todos los niños y jóvenes de entonces- juego que se practicaba exclusivamente en la YMCA) se interesó por participar de la Escuela de Liderato Juvenil que desarrollaba (y continúa) la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA. Esto le permitió conocer mejor a la institución y consustanciarse con su Misión.
Próximo a los 17 años se animó con el básquet de los sábados por la tarde. Aún hoy duda qué fue lo más le atrajo: si dicho deporte o el tercer tiempo del grupo que al finalizar la actividad se concretaba en el bar Bremer de Corrientes y Leandro N Alem. Eran reuniones en las que abundaba la buena comida y la cerveza.
Durante los 70´ concurría a las clases de gimnasia y deportes de las 19,15 hs. (donde había tantos participantes que los ejercicios se cumplían de pié pues no había lugar para las colchonetas). Hasta que un asociado lo invitó a conocer el grupo Alba (clase así denominada pues inicia su turno a las 7 de la mañana). Desde entonces continúa participando regularmente en este horario, donde encontró según él, un fiel reflejo de lo que es la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA en cuanto a camaradería, solidaridad y principios.
Próximo a cumplir sus 50 años como asociado, afirma que toda esta vida de contacto con la Asociación le permitió no solo aprender a nadar, a disfrutar del deporte y el aire libre, a sentirse mejor y superar totalmente su asma, a crecer y cultivarse, a disfrutar de los cursos de folklore (donde los participantes viajaban a festejar el día de la tradición en el campo), a sentirse atraído por películas antiguas (que en esa época era difícil ver en otros lados), a aprender a bucear, a interesarse por la fotografía, etc., etc., sino fundamentalmente también a compartir una familia y a reconocer y disfrutar de las pequeñas y grandes cosas de la vida con amigos, moldeando de esa forma un estilo de vida en el que los valores siempre están presentes.