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lunes, 1 de febrero de 2010

Enrique Birbrayer

Socios con trayectoria y compromiso institucional
Enrique Birbrayer


DE SOLDADO A ASOCIADO


Enrique, en su época del servicio militar obligatorio tenía asignada la tarea de repartir correspondencia interna. En su recorrido habitual solía transitar diariamente por la calle Reconquista hacia la Av. Corrientes. Es así como sintió curiosidad por ese edificio que tenía un cartel luminoso con la inscripción YMCA y al cual entraban y salían desde temprano un considerable número de personas pulcramente vestidas.
Por su hermano y su cuñado no solo pudo enterarse qué tipo de institución era (ellos concurrían como asociados), sino que además le insistieron para que se asociara aprovechando una promoción sin cuota de ingreso y descuento en el arancel mensual para los conscriptos.
Cuando se presentó para inscribirse en la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA no lo hizo con el tradicional uniforme verde oliva, ya que él vestía diferente por ser chofer. Esto le dificultó el reconocimiento del beneficio del descuento en la cuota social. No obstante, él mismo reconoce que el problema pronto fue solucionado.
Corría el año 1954 y Enrique se encontraba bastante excedido de peso, por lo cual su primera preocupación fue qué hacer para comenzar a ponerse en forma. La clase de gimnasia de las 18,20 fue la opción inicial junto con la natación. Pero esto no era suficiente, ya que además tenía un pequeño problema bronquial.
Entonces fue cuando conoció a tres asociados fanáticos del trote (Norberto Vilar, Eduardo Ortiz y Aníbal Varela) que con una “sapiencia extrema de la medicina deportiva” le dijeron: “vení con nosotros que te vamos a curar el asma”. Lo invitaron a ir trotando desde la sede central de la calle Reconquista hasta la Av. General Paz. En el camino, Enrique, con gran esfuerzo y lamentando la decisión de aceptar la invitación, comenzó a pensar si el trío era un grupo de amigos o de enemigos. Pudo llegar hasta los bosques de Palermo y por esos milagros que no tienen una explicación clara, esa noche se le acabó la fatiga asmática y a partir de ese momento siempre durmió como un bendito.
Hoy, a pesar de su prótesis de titanio en su rodilla derecha, sigue firme todos los días haciendo remo, elíptica y se mezcla en algunas clases de gimnasia.
Siendo personal de ventas de un laboratorio, no dudó en colaborar con la acción comunitaria de la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA, logrando que la empresa realizara donaciones de productos para el Hogar de Niños de Chascomús, un excelente proyecto que había lanzado la institución.
Nos dice que la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA le cambió la vida, dándole salud. Gracias a ello, hoy con sus 75 años se siente tan joven como el mejor de los atletas. Y también con muchos amigos y amigas.
No por nada, el tradicional comentario de los asociados más antiguos e integrados a la institución: “si estamos aquí, estamos bien”, también lo esgrime Enrique de manera cotidiana.
Por ello aconseja no dejar de concurrir a la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA y sugerir a familiares, amigos, compañeros de trabajo, etc, que se hagan un tiempito y conozcan profundamente a la institución y su carácter distintivo.
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