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jueves, 28 de agosto de 2008

Alberto Antonio González

El “Gallego” que descubrió a la YMCA

Año 1951 y tiempos difíciles. En ese entonces, para muchos el deporte consistía únicamente en partidos de fútbol de barrio que se disputaban en la calle o en algún potrero cercano, con pelota de goma “Pulpo” o, a falta de ella, la famosa pelota de trapo que algún vecino se encargaba de fabricar con papel, una media vieja e hilo de atar.
Felizmente, Alberto Antonio González, para muchos cariñosamente “el gallego”, tuvo la oportunidad de conocer a un socio de la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA, la “Yumen”, que lo convenció para que lo acompañara a la institución. Luego de mostrarle las instalaciones de la sede central le presentó al Prof. Alberto Gianella, director del Departamento de Educación Física de la institución. Éste le dedicó tiempo para hablarle de la importancia de la actividad física como medio para combatir ciertos hábitos, modificar otros y generar algunos nuevos. Convencido opta por asociarse en ese mismo instante, decisión que celebra y que según sus propias palabras le produjo un notable cambio en su vida. Aún hoy, después de tantos años, sigue agradeciendo a la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA lo mucho que influyó en su carácter y espíritu. Así empezó todo: se sucedieron las clases de gimnasia de madrugada (antes de ir al trabajo) que terminaban en el café “de los japoneses”, frente a la YMCA (local que era parte de a una serie de casas viejas que lógicamente fueron desapareciendo con el tiempo). O, por el contrario, las clases nocturnas que finalizaban jugando al básquetbol en la cancha de la terraza, hiciera frío o calor. Naturalmente, terminaban con la cena del grupo en un ambiente de alegría y sana camaradería.
Desde un rincón de la nostalgia su memoria recorre la nómina de tantos amigos generados aquí y con quienes compartió y comparte un estado de emoción y de gozo. Y como dice el tango: “hoy que uno se encuentra en el debe de la vida” se reconforta por haber incorporado los valores de la institución, los cuales le permitieron desarrollar tanto su capacidad física como mental, ambas necesarias para una vida plena. Aunque a él le cueste decirlo, a los 77 años sigue conservando “la pinta”. Agradece a la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA el haberle facilitado en su momento un lugar en el entrepiso del hoy Gimnasio de Pesas y Complementos, espacio donde funcionaba el salón de ajedrez. Éste permanecía en absoluto silencio, singular rareza que le permitió preparar muchas de las materias que lo condujeron a concluir con éxito sus estudios de Ciencias Económicas. Confía en que varios de sus comentarios puedan tener buena cabida en los jóvenes, quienes hoy tienen que sobrellevar momentos de incertidumbre propias de una época de incógnitas y de carencia de solidaridad. A ellos les asegura que en la Asociación Cristiana de Jóvenes/YMCA siempre encontrarán la contención espiritual y social imprescindible para seguir adelante cultivando la esperanza.
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